EL TEXTO QUE DEJO A CONTINUACIÓN PERTENECE AL PROLOGO DEL LIBRO MI ROSA Y ESTÁ DE DICADA A ELLA, SE TRATA DE UNA REFLEXIÓN PROFUNDA ACERCA DE LO QUE SIENTO POR ELLA Y LA IMPORTANCIA QUE TUVO PARA TENER LA POSIBILIDAD DE ESCRIBIR ESTE LIBRO JUNTOS.
Los versos que nos propone a
continuación esta nueva escritora del S.XXI, son una transparencia de su “yo”
más profundo. Nos explica como ha sido su existencia en este universo de
espinas punzantes en el que le ha tocado vivir. A los cuatro meses de venir al
mundo se le diagnosticó una Parálisis Cerebral, justó después de que falleciera
su hermana gemela de un tumor cerebral. Criada en el entorno de Meis
(Pontevedra), fue rechazada en todo los colegios donde intentó cursar su formación
académica, teniendo que pasar su infancia en casa. Su madre la crió en soledad
junto a otros tres hermanos.
Sin
contar ni siquiera con una silla de ruedas, habitó desde muy joven en un
ambiente familiar muy cerrado, no cursó estudios en ningún colegio público,
teniendo que familiarizarse con el mundo de las letras en casa, con la ayuda de
su cuñado Ramón Casais Pérez, que invirtió su tiempo en ofrecerle un mundo de
saber, y en especial, con ese trébol de cuatro hojas, llamado Isabel, que un
día apareció en su vida, para no abandonarla jamás. De una forma autodidacta,
se fue formando con el paso del tiempo, a la vez que luchaba contra las demás
miserias de la vida que iban apareciendo a su paso. Es quizás, en medio de
tantas fatalidades, cuando el territorio de las letras se convierte en una
válvula de escape, para trasladarla a un mundo, donde ella es la protagonista,
transformando su experiencia vital en poesía. Acercarse a la obra de Rosa, es
conocer una parte muy importante de la vida de esta mujer, aquella que nos
narra su “yo” más íntimo, con sus virtudes y faltas, con miedos y alegrías, que
también las hay y con la esperanza de que el universo literario le sirva como
pasaporte a la vida integral, esa de la cual durante muchos amaneceres, estuvo
apartada.
Debo
reconocer que a medida que he ido conociendo el alma de Rosa, me he dado cuenta
de la enorme cantidad de cosas que tenemos en común. En ocasiones, he sentido
como si los dos vislumbrásemos la vida y la sociedad en la que nos ha tocado
vivir, con los mismos ojos. Pensamos casi de manera idéntica y defendemos, casi
siempre, los mismos colores, admiramos a los mismos cantautores, nos gusta una
música similar y ambos tenemos una cara que resulta ser un libro abierto de
nuestro interior. Por ese motivo, desde que empecé a publicar mis obras,
siempre me hizo ilusión la extraña fantasía de que esta flor y yo, llegásemos a
formar parte de un mismo jardín, que a falta del Edén, sirva para mostrarle a
la sociedad, que un mundo más humano y hermoso, es posible. Un lugar, donde
todo el mundo cuente con una parcela de justicia y que no es necesario
abandonar la vida, para que El Sermón de la Montaña, que se le atribuye a Jesús de Nazaret,
sea posible, pues basta con que cada uno de nosotros ponga un poco de nuestra
parte, para que el famoso mito del Reino de Dios, surja por medio de la Razón, de una forma natural,
en nuestras vidas, aunque a diferencia del que nos insinúa el poeta, éste no
dure eternamente.
Rosa,
es el ejemplo vivo de que, “Si queremos, podemos” y de que todo el mundo puede
hacer que sus sueños se hagan realidad, con un poco de esfuerzo y mucha
ilusión. Pero para conseguir ser bueno en algo, hay que disfrutar con ello, y
para esta dama del verso, cada poema es como el juguete nuevo de un niño, su
elaboración es un disfrute continuo y el fruto final, haber llegado a la meta
tras un hermoso viaje, la mejor recompensa.
Pues
bien, os invito a que me acompañéis en este recorrido por el alma de La Rosa, pues como ésta, no hay
ninguna en los jardines de la vida.
J. Sergio González Rodríguez.
jueves, 15 de julio de 2010