Después de
estar un periodo de tiempo sin publicar artículos en el blog, debido a que
otros quehaceres me han robado el tiempo, quiero empezar el año 2014, contando
una anécdota que me ocurrió esta mañana y que creo debería guardarse en
los anales del absurdo más absoluto. De esta manera comienzo de paso
una nueva etapa, en la que tengo pensado hacer más hincapié en la prosa que en
el verso. Ya que considero que mi actividad en tal arte, así como en el mundo
del Tiempo Libre, está deslizando sus últimas pinceladas. Hoy, es domingo, pero
como es víspera de Reyes, esa fiesta Capitalista, destinada a arruinar a los
padres a base de regalos a niños y mayores, la mayor parte de los negocios
permanecen abiertos para ver si hacen su
Agosto, haciendo que sus trabajadores hagan horas extra, para que todo aquel
comprador perezoso, cualidad innata en el ser humano, pueda vaciar sus
bolsillos, por medio del consumo compulsivo. Pero, claro, esto también tiene un
lado positivo, y es que los ciudadanos despistados, que se han olvidado de
comprar algo de vital importancia para su jornada, no se quede con las manos
vacías. En este sentido, también debo reconocer que las pequeñas tiendas, que
no cierran ningún día, mediante el esfuerzo incansable de sus dueños, que
carecen de personal a explotar, tienen un gran mérito, siendo verdaderos
ejemplos del sacrificio humano que conlleva en muchos casos, hacer que el pan
llegue a la mesa de los hogares. Sobre todo en los tiempos que corren, con la
gran parte de la población en paro y muchos malviviendo día tras día, niños que
en su inocencia, son las últimas víctimas de una sociedad abusiva y
depredadora, en la que, también cada vez más, siguiendo las salvajes leyes de
la evolución, solamente sobrevive, aquel que mejor se adapta a las
circunstancias que lo rodean y que en muchas ocasiones originan ambientes
extremos. "Ya saben unos hablan de crisis, mientras viajan en limusina y
visten a la última, mientras otros brindan por la vida entre contenedores."
Me estoy pasando, puede, pero ahí os dejo eso a modo de reflexión.
De todos modos el meollo de este artículo es
otro menos ambicioso. Volviendo al tema de las compras en domingo, por motivos
que no vienen al caso, me tocó ir esta mañana al supermercado. Vale, hasta el
momento nada extraño, las tareas domésticas son cosa de todos, puesto que las
actitudes machistas, solamente deberían ser figurantes de los libros de
historia. Pues bien, hice la compra después de tomarme un café y leer la
prensa, rituales sagrados de mi insignificante vida. A la salida del
supermercado, me fui camino a una panadería para coger el pan, algo que
no debe faltar en una buena mesa, y a esperar a que me recogiesen para ir a
casa. Pues bien, mientras recorría la acera con la bolsa en una mano y paraguas
en la otra, la primera, reventó con el peso, lléndoseme todas las cosas al
suelo. El cielo amenazaba lluvia y mi alma le pedía ayuda, ¿Cómo cargar con
todo el contenido el resto del camino? Con fe y paciencia. En frente del sitio
donde todas mis adquisiciones se fueron al garete, se encuentra una cafetería
de la que soy cliente habitual, de manera, que dejando las cosas en un banco
cercano, fui a pedir ayuda a la camarera, para ver si me podía dar una bolsa,
en la que meter las cosas, para proseguir mi camino. Me la dio sin
problemas y mi alma empezó a creer en la Buena Nueva. ¡Qué iluso!, Debería
saber que cuando el destino se pone en contra, no hay Dios que lo enderece.
Metí las cosas en la nueva bolsa y proseguí mi caminar, pues bien, no había
dado diez pasos, cuando la nueva bolsa también reventó y nuevamente, todo se me
fue al suelo. “El que no quiere una taza de caldo, toma siete.” De manera que
ante la vergüenza de volver atrás y
pedir otra bolsa, decidí llevar todo entre los brazos y los bolsillos como
buenamente pude, hasta llegar a la panadería, que se encontraba otra calle un
poco más adelante. Haciendo mil y un equilibrios, logré llegar a la panadería,
donde iba a coger el pan y conseguí que me diesen varias bolsas de plástico
entre las que repartir todos los enseres y esperar al fin tranquilamente a que
me viniesen a buscar.
Puede que al
lector este artículo no le parezca demasiado interesante, pero a mí se me dio
por pensar en los avatares de la vida, en como habitamos una existencia que no
podemos controlar, donde la planificación previa, no cuenta demasiado, pues el
futuro, siempre nos sorprende cuando menos lo esperamos. ¿Será destino o azar?
J.
Sergio González Rodríguez.
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