¿Quién no ha
celebrado una fiesta a lo grande por el día de su cumpleaños alguna vez en la
vida? Pues se supone que ese es nuestro gran día, que debemos aprovecharlo al
máximo como si de un gran tesoro se tratase, pues como reza el dicho “No se
cumplen años todos los días.” Lo cual por otra parte es cierto. De todos modos,
cada día es un regalo para nuestras vidas, un tesoro que no siempre tenemos en
cuenta, pues damos por cierto que habrá muchos más y por otro lado, los
problemas de la vida diaria, no nos dejan ver que estamos experimentando una
experiencia única.
Cada vida, cada
instante es de un valor incalculable, por lo que deberíamos estar haciendo todo
lo que esté de nuestra mano, de tal forma que la plenitud gobierne nuestra existencia.
Pero para que esto ocurra, es necesario que nos sintamos bien con nosotros
mismos y por extensión, con el mundo que nos rodea. Es importante que nos
aceptemos y nos queramos tal como somos, sin tapujos ni medias tintas, que
usemos nuestro tiempo en hacer todo aquello que nos haga crecer por dentro, viendo
todas la cosas buenas que hay dentro de cada uno y que las compartamos con los
demás con una sonrisa permanente. La mejor manera de celebrar nuestra vida es
haciendo el bien, intentando dar con la plenitud en la medida que ayudamos a
los demás, tratando de espantar todas las dosis de egoísmo y tristeza que
tratan de apoderarse de nuestras almas.
Pero la vida no se
teje con sueños, sino con acciones y cada día es una hoja en blanco que debemos
rellenar con nuestras experiencias, las cuales una tras otra, van dando sentido
a nuestra biografía. En este sentido cada jornada es una nueva oportunidad que
tenemos para poder hacer realidad nuestros sueños. Pero para ello, es necesario
dar los pasos que hacen el camino, en lugar quedarse uno pensando que pasaría
si los hubiésemos dado antes o si en lugar de ir por este camino, lo hiciéramos
por cualquier otro. Lógicamente, no lo podemos hacer y tampoco podemos volver
atrás, pero lo que sí podemos hacer es escoger otro sendero a partir de este
momento.
Ver que es aquello
que podría llenar mejor nuestras vidas y lanzarnos a por él, sin miedo a
equivocarse, pues de los errores se aprende y teniendo en cuenta, de que si el
nuevo sendero no nos gusta, mientras respiremos, podremos ir cambiando de camino
cuando lo deseemos.
Nunca es tarde, para
volver a estudiar, o para hacer aquel deporte que tanto nos gustaba y que por
dejadez, lo fuimos abandonando y posponiendo una y otra vez. Siempre estamos a tiempo
de hacer que nuestras vocaciones acaben siendo el eje de nuestra existencia. Solamente
necesitamos que el amor sea nuestro guía turístico. Sí, habéis leído bien, la
felicidad se encuentra ligada al amor de una forma inseparable y proporcional,
es decir, que cuanto más amemos al prójimo y a aquello que nos rodea, más
dichosas serán nuestras vidas. Es decir, que debemos celebrar nuestros días con
amor, intentando esquivar, aunque nunca ignorar, todos aquellos senderos que no
conduzcan a nuestro sano bienestar.
Por último, dejar
claro que la vida será un camino más feliz, si no lo recorremos solos. No hay mayor
amor, que el que regala su vida por la del prójimo, como hizo Jesús; pero sin
tener porque llegar tan lejos, podemos decir que todo preciado don
adquiere una mayor dimensión, en el
momento que los compartimos con nuestro prójimo. “En el mundo hay felicidad
para todos, si el reparto se hace con justicia y respeto al prójimo.” Debemos
dar, sin recibir nada a cambio, no para ganarse un cielo hipotético, sino, para
demostrarles a los demás y de paso, a nosotros mismos, que a la larga, el bien
siempre da mejores beneficios que el mal. Y que cada instante, es un buen
momento, para emprender el camino del justo.
Pues el tiempo nos
termina dando un fruto u otro, se lo que plantemos durante la siembra. “Si
plantamos amor, felicidad recogeremos. Si plantamos odio o desprecio, la pena,
corroerá nuestra vida.
Por ello, cada mañana
cuando te levantes de cama, no olvides pensar la siguiente frase:
“¿Qué puedo hacer hoy para llenar el día de
felicidad?”
J. Sergio González
Rodríguez.
29 de Noviembre de
2014
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