Llevo algo más de un año integrado en el
Grupo RODANDO, de ciclismo adaptado, en este periodo de tiempo he logrado sumar
importantes dosis fe felicidad a mi vida y como suele ocurrir con las épocas
dichosas, éste me ha pasado en un parpadeo. Son también varios meses que
vengo narrando mis aventuras ciclistas con el grupo. Comencé con la preparación
de la PONTEVEDRADA, una de las rutas más duras pero también emocionantes de
cuantas he participado y a partir de ahí, las bicicletas se han convertido en
uno de los temas principales del blog durante los últimos meses. Si bien es
cierto que mi recorrido con el grupo comenzó antes y contó con estimables
experiencias de las que no he dejado constancia, como ha sido el caso de la San
Silvestre 2018 o la marcha por la Bicifestación unos meses antes. Pero
reconocer que ninguna tuvo una trascendencia emocional tan fuerte en mi
alma, como la llevada a cabo el pasado domingo 6 de marzo en favor de la lucha
contra en Cáncer.
Mis pasos alcanzaron la Plaza de España
cuando le reloj del ayuntamiento anunciaba las 10:30 A.M. con una temperatura
agradable que permitía estar en manga corta a los más valientes.
Oteando hacia las Ruinas de Sto. Domingo podía verse a gente desayunando
al aire libre en una conocida panadería. A continuación la Av. Montero Ríos se
encontraba ya revestida de pancartas publicitarias, deportistas, voluntarios de
la AECC, que ya tenía montados sus puestos de información, con todo el
merchandising que requería el evento y la voz de mi amigo Gonzalo Méndez
(spieker un año más del evento) amenizando la mañana de los allí presentes con
el sentido del humor que le caracteriza. Algunos de mis compañeros de
fatiga se encontraban en las inmediaciones de la Diputación Provincial,
acompañados de una pequeña muestra de nuestros vehículos adaptados, mientras
esperaban a que terminase de llegar todo el equipo. Mientras pisaba todo aquel
evento, era perfectamente consciente que ese no iba a ser mi mejor día
precisamente y de que aquella tampoco iba a ser una marcha más, sino una de las
más importantes para mí de en cuantas había participado y que deseaba darlo
todo en nombre, no solamente de las personas enfermas de cáncer, sino en
memoria de cada uno de los familiares y amigos que a lo largo de los años
perdieron su batalla contra la enfermedad, entre los que se encontraba mi
suegra Elisa. A todos ellos tenía pensado dedicar cada una de mis gotas de
sudor durante la marcha, por lo que de manera alguna me podía permitir el lujo
de desfallecer por el camino. (No soy hombre de hacer promesas a los dioses, de
manera que se la había hecho a mi propio orgullo y no pensaba bajar la oreja
fallándole).
La III MARCHA CONTRA EL CÁNCER resultó ser
un éxito de participación batiendo el récord de participación al superar
los 2.500 inscritos. Más de 5000 piernas ligadas a plantarle cara a una ruta de
6.5 Km, con una sonrisa en los labios. Según información del periódico digital
PONTEVEDRA VIVA, la participante más joven fue Enma de tan solo siete meses,
mientras que el más veterano atendía al nombre de Jaime Aboy, que con 86
primaveras era el alma con más experiencia, (sin duda todo un Clint Eastwood
que nos venía a decir a los más jubilosos que los límites se hallan más en
nuestras ganas que en nuestros miembros), mientras iba sentado en una de las
bicicletas Duets del Programa RODANDO. Lo que yo ignoraba en ese momento es que
yo iba a tener que ir a los mandos de otra de las duets en lugar de uno de mis
queridos triciclos, el cual habiendo pinchado una de las ruedas todavía no había
podido ser reparado. Y es que manejar uno de estos vehículos siempre me dio
bastante inseguridad y debo reconocer que he tenido algún que otro accidente
con ellos, por lo que les he cogido bastante respeto. De todos modos si me
tengo que subir a ellos... pues lo hago (algo que en el caso de los aviones a
día de hoy es imposible), pero para mí la duet no deja de ser un vehículo
bastante engañoso que en algunas curvas te puede realizar alguna que otra faena
si no lo tienes bien dominado.
¡Reconozco que sudé la camiseta! y que en
algún que otro momento pensé en apearme del vehículo y tirar la toalla, pero el
orgullo me llevaba a decirle a mis compañeros que todo iba perfectamente.
¡Claro, uno se cree STALLONE y luego el cuerpo protesta! Pero el motivo de la
carrera merecía el sacrificio y si algo se sobre carga... bueno, los (as)
fisioterapeutas también tienen que comer ¿no?. En el fondo seguí adelante,
porque Elisa estaba en mi corazón, porque Mayka también participaba y deseaba
poder hacerlo a su lado aunque fuese una vez en la vida. Además mientras iba
pedaleando, pensaba que si esa fuese la última marcha de este tipo y con ello
no estoy insinuando que lo vaya a dejar, sería el final perfecto para mi
pequeña aventura ciclista. En todo caso, insisto en que esto fue un pensamiento
fugaz y que el Programa RODANDO podrá seguir contando con mi presencia durante
mucho tiempo siempre que el destino no se encapriche de lo contrario.
Al final todos juntos conseguimos hacer el
recorrido en lo que fue en mi opinión otra emocionante aventura sobre ruedas
llegando una vez más a la meta todos juntos, sin importarnos lo más mínimo el
puesto de llegada, pues jamás pensé en esta marcha como una competición. Llevé
una gran alegría cuando una vez en la meta me enteré de que nos habían dado un
premio especial. De todos modos, creo que el mejor regalo que uno puede tener
es tener la fuerza suficiente para seguir pudiendo aportar nuestro granito de
arena a la sociedad y hacer que si es posible, algún día la palabra cáncer ya
no tenga que amedrentar a nadia, porque eso significaría que la ciencia habría
dado con el milagro de su erradicación.
Un abrazo a todos los que han conseguido que el pasado domingo 6 de octubre, fuese un mal día para el cáncer y una hermosa jornada para la esperanza...
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