BUSCO
A DIOS, EN EL COLOR DE LOS GIRASOLES
1
Busco a Dios, en el color de
los girasoles,
por eso me postro ante los
cuadros de Van Gogh,
pues sus manos poseían un don
divino,
que solamente habita en las
almas inmortales.
Maestro, siento como tu girasol
me habla,
cada vez que me arrodillo ante
tus lienzos,
tu mano posee una divinidad sin
sombra,
tus colores se me funden en mil
abrazos.
Si para hacer tu arte hay que
vivir solo,
entre las sombras de la fría
locura,
venga a mí ese mal salido del
infierno,
si con ello, estas letras, se
vuelven cultura.
Si mis letras se hiciesen artes
mayores,
como las salidas de las manos
de los ilustres,
si mi futura tumba fuese objeto
de honores,
me sentiría vivir dichoso en uno
de tus óleos.
2
Busco a Dios en los girasoles,
en los almendros,
los naranjos, los meandros de
los ríos del mundo,
en las gaviotas y demás aves de
los cielos,
busco al Padre en cada obra y
vida del Paraíso.
Busco a Dios en la Montaña,
allí escribió la Ley,
lo busco en toda agradable
mirada, bondad,
humildad, gesto o acto salido
de su amor paternal,
igual que busco su perdón, mi
salud y su caridad.
Porque era el verbo antes que
la obra,
porque nada surge si no viene
de Su Mano,
porque Él, nos marca el camino
y la hora,
le pido que me guíe igual que
al hermano.
No sé si Van Gogh le trazó
entre girasoles,
solo puedo decir que veo
divinidad en cada trazo,
que cada vez que contemplo sus
colores,
Le siento, regalándome su manso
abrazo.
José Sergio González Rodríguez
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