Aquí os dejo un texto de mi amigo Fernando, que espero, os apasione tanto como a mí.
J. Sergio González.
LA CIUDAD PARA LOS CIUDADANOS
Cada ciudad debe apostar por un modelo propio, ajustado a sus necesidades. Basta con un primer decreto municipal para iniciar el cambio, pero eso sí, el primer concepto que debe presidir ese proceso de cambio debe ser muy claro. ¿Qué queremos, una ciudad para los automovilistas o una ciudad para los ciudadanos? Yo creo, firmemente, que la segunda opción es la adecuada y es la que tendría que presidir toda actuación municipal.
Los vehículos deben circular por la ciudad solamente cuando sean necesarios, las personas con discapacidades físicas no deberían encontrar ninguna barrera arquitectónica para moverse, ni debería permitirse que la gente tenga que desplazarse a las afueras de las ciudad para abastecerse de los productos necesarios, con la consiguiente deslocalización de las compras en aras a las grandes superficies comerciales.
Una ciudad debe ser un espacio por el que se pueda pasear con tranquilidad y seguridad. Eso puede proporcionarnos una calidad de vida tremenda, mucho mayor que la que nos daría el que nos tocara la lotería. En este caso, además, el premio lo recibirían, repartido, todos los ciudadanos. Se lo certifico yo, que vivo en Pontevedra, ciudad que, a pesar de algunos incovenientes, en ese sentido es un verdadero paraíso.
Se necesita una política municipal orientada hacia los ciudadanos y no hacia los intereses de los grandes capitales y, para ello, los dirigentes políticos deben ser no sólo valientes, sino también sentirse ciudadanos e intentar transformar la realidad. Creo que si empezamos por mejorar nuestras ciudades, acabaremos también inyectándole un nuevo espíritu a todo el orbe, lo cual es necesario e imprescindible en estos tiempos de crisis de la civilización tal y como la hemos conocido hasta ahora, qué ya va siendo hora.
Ya está bien de rezarle a los semáforos, los rascacielos, las calles y plazas atascadas de tráfico, las factorías humeantes, los ríos encañonados como si fueran alcantarillas, la degradación de las riberas del río, el aislamiento de los núcleos vecinos rurales y la desertización de las aceras. La inversión aberrante en tráfico y ladrillos no nos conduce a ninguna parte.
No se necesitan para el cambio grandes cantidades de dinero, simplemente la voluntad y una planificación del futuro diseñado con arreglo a ese objetivo: el de que la ciudad sea para los ciudadanos y no para los automovilistas. La época de las pirámides y la megalomanía de los faraones egipcios hay que dejarla atrás, ya han transcurrido muchísimos años.
Mi propuesta es muy sencilla. Decidamos todos, porque los ciudadanos SOMOS TODOS, que, a partir de ahora, cada actuación municipal debe ajustarse a ese criterio de convertir la ciudad en un paraíso para los ciudadanos y, poco a poco, sin que lo note el bolsillo del contribuyente, el espacio en el que vivimos irá mejorando. ¿Qué hay que arreglar una calle? Vale. Suprimamos las aceras, hagamos una discriminación en el alcantarillado de tal manera que queden separadas las aguas fecales de las pluviales, convirtamos la calle en peatonal por la que solamente puedan circular los vehículos autorizados al efecto, taxis, ambulancias, o los que tienen la plaza de garaje ubicada en la misma. Calle a calle, barrio por barrio, se puede conseguir. Solamente hace falta la voluntad y un pensamiento de futuro.
Las ciudades deben resucitar como espacios ciudadanos, donde la gente conviva plenamente. Hay que dotarlas de árboles, de bancos, de paseos, recuperar la bicicleta como sistema de transporte generalizado, lo cual no genera ningún problema medioambiental y favorece la salud de todos los habitantes. Tenemos que iniciar la reconquista de las calles, simplemente porque nos pertenecen, eso sí, favoreciendo también el transporte gratuito, para que a ningún mentecato se le ocurra tomar el coche con el fin de trasladarse cuatro cuadras más abajo.
El proceso puede generar muchas resistencias al principio pero la gente no es tonta y pronto se da cuenta de que esa transformación es realmente progreso. Los primeros que protestan son los comerciantes, no lo entienden, pero luego se dan cuenta de que sus cajas aumentan y disminuyen las de las grandes superficies comerciales situadas en las afueras y, desde que se dan cuenta, a la postre, se convierten en los primeros en solicitar que se hagan más calles peatonales. Así es, desgraciadamente, la realidad.
Hay que invertir el orden de prioridades establecido: Automóvil, transporte público, bicicleta, peatón. Además, se pueden aprovechar las obras, para mejorar los accesos a las nuevas tecnologías. ¿Por qué permitirle a cada compañía que suministra el acceso a Internet que abra su propia zanja en la calles para crear su red de fibra óptica? ¿No sería más rentable que de eso se encargara el propio municipio y luego le cobrara a las grandes compañías un canon por su utilización? No cabe duda de que sería una buena fuente de ingresos para el municipio, como ya se ha puesto de manifiesto en algunos ayuntamientos españoles.
Basta con planificar que cada alumno acuda a la escuela más cercana, para evitar un montón de desplazamientos. Si no hay tráfico, el recorrido lo puede hacer a pie. Si hay seguridad, hasta lo podrían realizar solos. Dos conceptos que son fundamentales: Ausencia de tráfico y seguridad ciudadana, lo cual en el México actual y que yo conozco parecen dos utopías, pero la conquista de la utopía es realmente el motor que nos hace crecer como seres humanos. Así que no me cabe duda de que si SOMOS TODOS los que tratamos de alcanzar la utopía, la conseguiremos.
¡Hacia un movimiento ciudadano responsable, creativo y valiente!
JOJUTLA SOMOS TODOS, MÉXICO SOMOS TODOS, EL MUNDO SOMOS TODOS.
Julio 2014©Fernando Luis Pérez Poza
Pontevedra. España
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