jueves, 16 de octubre de 2014

COMO DESEO QUE ME TRATEN



La relación que tenemos con el medio que nos rodea, es algo que nos acompaña y nos influye durante toda nuestra vida, desde que nacemos hasta que nos morimos. El ser humano, además es un animal social, lo que significa que necesita estar conviviendo con otros como él la mayor parte del tiempo, por ello es muy importante que la empatía sea un medio de canalización vital en nuestra existencia. No deseo andar mucho por las ramas, para no alargarme demasiado, de manera que me centraré en el meollo del asunto. ¿Cómo debo tratar a una persona con discapacidad?, o lo que es lo mismo, como le gustaría ser tratada por cualquiera de los que la rodean.
Si volvemos a leer la frase “¿Cómo debo tratar a una persona con discapacidad?”, y lo hacemos con detenimiento, hallaremos que el sujeto es persona… pero además, nos indica algo que es tan obvio, que muchas veces nos olvidamos de ello, y es que todos llevamos a una persona dentro de nuestro cuerpo. Ello significa que no podemos ser tratados como meros objetos decorativos, sino como seres vivos participativos, para bien o para mal, en todos los momentos de la vida. ¿Por qué digo todo esto?, sencillamente, porque a la sociedad, cuando tiene que convivir con las personas con discapacidad, normalmente le suelen dar más importancia a la discapacidad, que a las demás cualidades del sujeto.
Todos somos personas, incluso las que padecemos una discapacidad, pero, realmente, ¿Conocemos a alguien de nuestro entorno que no tenga incapacidad alguna?, ¿Qué entendemos realmente por capacidad y discapacidad?, si lo pensamos bien, todos, tenemos nuestras limitaciones, pues no todos podemos jugar al fútbol al nivel de Cristiano Ronaldo, como no todos dominamos las matemáticas o podemos ser astronautas. No, todos tenemos limitaciones, simplemente unos las tienen más severas que los demás, debido a los avatares de la vida. Por ello no creo que cuando nos crucemos por la calle con alguien que usa silla de ruedas, por poner un ejemplo, lo debamos tildar de “diferente.”
Damos por hecho que una persona en silla de ruedas es un ser débil, una persona mermada que no tiene las mismas necesidades que los demás. Pero, todo ello no es más que la consecuencia de nuestros propios perjuicios. Porque en realidad, la persona que tenemos ante nosotros, casi seguro, tiene las mismas ilusiones y necesidades que nosotros. Es decir; respeto, cariño, miedo, deseos, preocupaciones, opiniones, etc. Que una persona con parálisis cerebral, o con Síndrome de Dowm, por poner un par de ejemplos, cuando va por la calle, sólo o acompañado, se sienta observado, ya sea con cara de lástima o de burla, que hay excesos hacia ambos márgenes, hará que se sienta mal consigo mismo y creará un ambiente tóxico, cuando en realidad no hay motivo para ello, porque todos formamos parte de un mismo paisaje.
“A veces la discapacidad está en el ojo ajeno.”
Yo soy paralítico cerebral, lo que significa que en mi cerebro se ha producido una lesión, en mi caso durante el parto que afecta de una manera muy especial a mi Aparato Locomotor. Este tipo de lesiones, que no son degenerativas pueden dar lugar a muchos tipos de trastornos, problemas de movilidad, retraso mental, convulsiones, y un largo etc. Además su gravedad puede ir de la dependencia total a casos tan leves, que pasarían desapercibidos, pues no dificultarían ningún proceso de la vida diaria. Por ello, generalizar, es al menos en estos casos, un grave error. “No hay dos casos iguales” Esto significa que lo peor que podemos hacer al tratar con los demás, es generalizar y meter a todos el mundo en el mismo saco.
Y llegado a este punto; creo que es momento de centrarnos a un nivel más personal:
“A pesar de ser un soñador, no cuento con ser campeón de Fórmula 1.”
“Cada uno es quien es, no quien desearía ser.”
Pese a todo, creo que puedo ofrecer muchas cosas a los demás si me dan la oportunidad adecuada y sobre todo, he llegado a la conclusión de que la suma de mis capacidades es mayor que la de mis limitaciones, por lo que no creo que tenga que reprocharle demasiado a la vida; aunque lo haga en ocasiones. Todos tenemos nuestros momentos de debilidad. Por ello, no pido que me dejen ser Presidente de España, solamente que me dejen realizarme como persona a la medida real de mis posibilidades. Y con ello poder participar más activamente en la vida. Para ello lo primero que necesito es que la gente deje de pensar en mí como un vicho raro. Y me dé la oportunidad de demostrar quién soy en realidad. Si tienen dudas sobre mí, no es necesario que empiecen a especular, pues lo más seguro, es que con ello, en lugar de dar conmigo, seguramente entren en mundos fantasiosos alejados de cualquier realidad. Por el contrario, lo mejor que pueden hacer para conocerme mejor es hablar conmigo, preguntarme o en mi ausencia, hacerlo con las personas que me conozcan. Y luego, si realmente están interesados en mí, estudiar la mejor forma de que nuestras realidades confluyan lo más armónicamente posible.
También es importante que te sinceres contigo mismo; que asegures de que no entras en mi vida, como si lo hicieses en un laboratorio para experimentar. Una vez más te recuerdo que soy una persona de carne y hueso, con unos sentimientos, que en la mayor parte de los casos, se suelen encontrar a flor de piel, aunque a veces de la impresión de que no los tenga. Otra vez más, las apariencias engañan. De todos modos, si al final decides entrar en mi mundo, que sepas que lo vas a hacer en un universo único, apasionante, donde no habrá lugar para la indiferencia. Y en el que serás muy bien recibido. Que poco  a poco, nos vamos a ir descubriendo y podemos llegar a sentir unas sensaciones tan maravillosas, que es imposible describirlas en mil caracteres.  
José Sergio González Rodríguez.


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