Subiendo al barco. |
El pasado
15 de julio, durante ese mes caluroso en el que las actividades de los centros
se vuelven más lúdicas, llenándose de excusiones, salidas por las cafeterías e
incluso puede venir con el viaje anual metido en el lote, tuvimos la oportunidad
de realizar una visita al barco-escuela Juan Sebastián ELCANO, que por esas
fechas siempre atraca en la Escuela Naval de Marín (Pontevedra), justo un día
antes de que su Majestad Felipe VI, hiciese la entrega de despachos a los
nuevos graduados. Un acontecimiento, que todos los años suele acaparar las
portadas de los periódicos.
Dominando el timón. |
Fue la
primera vez que visité las instalaciones de la Escuela Naval y mientras nos
íbamos moviendo por el patio, hasta la zona del puerto, donde se encontraba la
embarcación, no podía evitar fijarme en los oficiales y soldados que iban de
aquí para allá y como se saludaban al modo militar cada vez que se cruzaban con
un oficial. Había soldados desfilando, otros haciendo guardia, y un montón de
visitantes que se iba colocando para observarlos.
¿Decimos patata? |
Pero, sin
duda el mayor protagonista de la jornada era, Juan Sebastián ELCANO, que se
mantenía atracado en puerto. Caminamos hasta allí, y a medida que nos
acercábamos observamos a un grupo de oficiales que flanqueaban al buque. Al
llegar a la embarcación nos dimos cuenta, de que no todos íbamos a poder subir
a la nave. Solamente pudimos acceder a la embarcación aquellos que no
necesitamos sillas de ruedas, pues el barco no cuenta con acceso adaptado para
estos menesteres. (Supongo que en el ejército no trabajan personas con grandes
limitaciones físicas).
Paseamos
algo por cubierta, contemplando esa parte de la embarcación, allí había un
timón, un mástil con la bandera patria, desde donde observamos el océano. Nos
hicimos diversas fotos, tanto en el barco como en los diversos puntos del
patio, que nos ayudarona mantener vivo el grato recuerdo de una de las visitas
más emocionantes llevada a cabo en los últimos tiempos. Fue una pena que la
visita al barco, no pudiese ser hasta las mismas entrañas, con la intención de
conocer mejor todas las características de esta joya Naval Española.
ELCANO a nuestras espaldas |
En
cualquier caso, los compañeros que se quedaron en tierra, no se fueron de
vacío, sino que recibieron una charla informativa sobre el barco, así como
varios objetos a modo de recuerdo por la visita.
EL INCREÍBLE PODER DE MI IMAGINACIÓN
Todo por la Patria |
El día
que me enteré de que iba a ver Elcano, mi alma taciturna dio un vuelco con la
emoción, y ello no fue precisamente por mi sentido patriótico, sino por la
extraña sensación de estar subiendo a una de esas naves marítimas, dignas de
una película de aventuras perteneciente a la época dorada de Hollywood. Caminar
por popa, observar el mar era como sentirse el Capitán Kid, al que daba vida
Errol Flynn, o porque no un Marlon Brando a punto de ser testigo de una
Rebelión a Bordo. Por no hablar del
mítico capitán Cook. El caso, es que por un tiempo, corto eso sí, me sentí como
un lobo de mar. Una sensación muy agradable y mientras observaba a mis
compañeros, a mi mente sólo le venía un pensamiento “¿Cuándo zarpamos, mi
capitán?”
Hace
mucho que el mar provoca en mí vida una enorme curiosidad, desde que hace años
fui hasta las Cíes, siempre me imaginé embarcando. ¿Un crucero, tal vez?, puede
que sea la experiencia que necesita mi vida, llevar por unos días la vida de
camarote y observar los cetáceos en alta mar. Un atardecer entre olas saladas,
debe ser uno de los espectáculos más bellos de la naturaleza. Surcar el
horizonte, soñando con una sirena saludando desde el medio de las aguas u
observar las aletas de tiburón girar en torno al barco. Visitar la sala de
máquinas o vencer el vértigo, y ser capaz de observar la nada desde lo alto del
mástil. Soy consciente de que se trata de un reto imposible en la realidad,
pero desde estas líneas, no puedo evitar mandar un mensaje a las entidades
pertinentes, el estudiar la viabilidad de vacaciones crucero para las personas
con discapacidad. Una de esas embarcaciones Titánicas, con discotecas, piscinas…
bellas ciudades flotantes, en las que pasar unas vacaciones de ensueño.
Mientras
eso no ocurre, tendré que seguir soñando, cada vez que me suba a una de esas
películas de piratas, motines y paraísos perdidos, salidos de la increíble
magia del cine.
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