miércoles, 4 de noviembre de 2015

MI RELACIÓN CON EL GIMNASIO


Todo el mundo debe tener un lugar, un momento o una actividad, que le ayude a olvidar las preocupaciones de la vida cotidiana, esos momentos del día o de la semana en los que uno se siente vivo, libre y ajeno a los males que nos corrompen el alma. Encontrar una actividad que nos ayude a evadirnos de nuestras pesadillas, nos relaje y nos haga olvidar todas esas preocupaciones que nos agobian. Yo encontré ese lugar, en un gimnasio.

Conocí los gimnasios en mi más tierna infancia, cuando dejé de asistir en la Residencia de Montecelo (Pontevedra), a las sesiones de rehabilitación. Fue a partir de ese momento, cuando estos lugares "sagrados para mí," pasaron a ser una parte cotidiana en mi vida, y aunque durante mi primera juventud tuve que ignorar en este campo, a los "mata-sanos" especialistas me decían que trabajar con pesas, mancuerdas y máquinas, no era buena idea en mi caso y que me podían perjudicar más que ayudar. La verdad es que todas estas herramientas, no han hecho otra cosa, que mejorar mi físico y darme cada día un poco más de fuerza, además de conseguir que anduviese más derecho, tropezase menos o me diese más reflejos y habilidad. Por lo que jamás consideré en los más hondo de mi alma, que le estuviese haciendo algún daño a mi cuerpo. Sí es verdad, que a lo largo de mi vida he sufrido, lesiones o sobrecargas que tuve que subsanar con fisioterapia y masajes varios, pero la verdad es que, en mi caso al menos, las ventajas siempre superaron con creces a los inconvenientes. Como es habitual en estos lugares, un monitor de Fitnnes, fue el encargado de hacerme mejorar poco a poco, desde mis inicios hasta la actualidad. Voy a mantener su nombre en el anonimato, pues ni estoy seguro de que quiera ser nombrado, pero debo decir, que es raro el día que no reflexione, sobre el gran bien que le ha dado a mi vida.

Además debo decir, que en los gimnasios de este señor, siempre me he sentido muy cómodo y tranquilo, que trabajar con él siempre me dio seguridad y con el tiempo, con su ayuda y consejo fui ganando confianza en mí mismo, hasta el punto de ser capaz de aprender muchos ejercicios y llegar a trabajar muchas veces sólo, con total autonomía y libertad, lo cual, considero que en una persona con mis características, no es poco mérito. Pero uno tiene su ego y, a decir verdad, siempre sentí una sana envidia por las personas que hacían pesas. Muchas veces me imaginé en su lugar, trabajando como ellos y luciendo uno de esos cuerpos esculturales. Aunque en el fondo siempre supe que nunca iba a tener un cuerpo como el suyo, que era necesario que pusiese los pies en la tierra y aceptase la realidad. Algo que no siempre es sencillo y de cuando en vez, como soñador que soy, siempre traté de imaginarme lo contrario. Lo cual me llegó a provocar alguna que otra crisis de autoestima, pero, han sido pocas las ocasiones y al final siempre he conseguido volver por el sendero de la cordura.

De todos modos, reconozco que no he sido nada perseverante, hubo muchas épocas en las que abandonaba, ya sea por alguna lesión, o por vagancia, este último caso, como en la mayoría de los casos, suele ser la más habitual. 

Cuando trabajo con máquinas o con mancuerdas, cuando realizo estiramientos, o hago abdominales, rodeado de otras personas que hacen cosas similares, me siento bien, positivo e integrado en un grupo, y todas esas sensaciones me gustan, hacen que me sienta vivo. Por eso recomiendo a todo el mundo a que se apunte a un gimnasio, que realice algún deporte físico, porque la calidad de vida mejora de manera considerable, en todos los sentidos. Y por supuesto a todas las personas con una discapacidad, que pudiendo llevar a cabo estas actividades, se atrevan a entrar en este mundo. Pero, eso sí, siempre bajo la observación de especialistas y siendo sinceros con la realidad de cada uno, con nuestras virtudes y limitaciones, de lo contrario nos podemos hacer más daño, que bien. También debemos tener mucho cuidado con la cantidad de peso que utilizamos y sobre todo, controlar las posturas, para que éstas sean correctas y no nos hagamos lesiones. Y en caso de que suceda, que no sean graves.

 En caso alguno, y esto es muy importante, debemos compararnos con los demás deportistas, no hay dos personas iguales, si nos obsesionamos con cuerpos ajenos, nos estaremos haciendo mucho daño. Lo mismos sucede con el caso de los famosos; pues mucha gente cree que si acuden a los gimnasios, si se meten en el mundo de las pesas, tendrán con el paso del tiempo, y no mucho, un cuerpo como el de Sylvester Stallone, o algún otro. De ninguna manera debe ser éste, nuestro objetivo, pues se trata de una mera fantasía en la mayor parte de los casos. En lugar de ello, nuestra única meta, debe ser, sentirnos mejor, mantener la salud y sentirnos los suficiente fuertes y positivos para afrontar nuestro día a día.


De manera, que si no queremos deprimirnos con nuestros problemas cotidianos, si queremos que nuestra mente se vuelva más fuerte y positiva, nada como visitar el gimnasio dos o tres veces por semana. Nuestra autoestima nos lo agradecerá.

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