Tienes rostro de invierno,
escarcha salada en la mejilla,
poso de una rocosa multa,
que te carcome por el adentro.
Velas tras esa mirada,
un terror que te socava
y no crees que mi lomo,
pueda aguantar tu cruz.
Mas, mi alma tartamuda,
puede tolerar tu ocaso,
tejiendo la fuerza unida,
que aguante tu amargo poso.
No temas a mi renuncia,
ábreme la gruesa puerta,
que permita la entrada,
a tu amargada osadía.
José
Sergio González Rodríguez
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