lunes, 5 de noviembre de 2018

CARTA DE UN NO NACIDO A SU MADRE



EL CORDÓN DE LA VIDA



Eres un alma iracunda yaciendo sobre las gélidas baldosas de tu cocina en una ruda madrugada invernal en la que has sido profanada por la incertidumbre. Dices que una presión salida de la nada presiona tu pecho hasta el punto de entrecortar tu respiración, al mismo tiempo que los jugos gástricos que llevas dentro emprenden una manifestación que altera todo tu cuerpo. Notas el peso de la Vía Láctea sobre tus hombros huesudos, como su lastre te carga pesar. Te observo desde el ángulo oscuro, estás ida, con la mirada perdida en la nada, te sientes herida “¿Por qué yo, por qué ahora?” te preguntas confusa, trémula, perdida en un desierto helado mientras tus manos sudan en la penumbra y tus mejillas dejan paso a las lágrimas que brotan de tus ojos. Piensas que tu sangre te dará la espalda cuando les des la noticia y te calumniará cuando les digas que no me quieres. Que no te sientes preparada, que todo ha sido un fatal accidente. Pero entonces te toparás con el peso de la tradición, te dirán que no debes quebrantar los lazos de la fe, que lo que alberga en tu vientre es un fruto beato, no es cierto, no existen tales esencias, que los dioses no son más que espectros salidos de viejos relatos destinados a programar los miedos del pueblo y así poder controlarlos a su antojo. Y por un momento incluso se te pasa la cruel idea de comparar a esa pequeña se semilla como un cáncer que te va a amargar el resto de tu vida, mientras ruegas a los cielos que todo no sea más que un mal sueño del que estás deseando despertarte. Entonces te imaginas como una margarita que ha quedado desnuda de pétalos después de que una adolescente jugase con ella al “me quiere, no me quiere”, mientras piensa en ese joven compañero de clase, del que se ha quedado prendada y con el que se imagina compartiendo su vida en el futuro. Aunque claro, todo ello no es más que fruto de la ilusión inocente. En cambio, ella no desea cargar en plena juventud con la inocencia del embrión que se gesta en su vientre y por el que se maldice cruelmente.

El frio que le transmite las baldosas en la oscuridad es el mismo que el que sus sentimientos albergan hacia el vástago indeseado. “Ese pimpollo soy yo, el sin nombre”. Me siento prisionero en una cámara acorazada a la espera de mi sentencia de muerte. Aquí no hay luz, aunque sí sonidos, los que proceden de un mundo al que me quieres vetar. ¿Por qué?, ¡No es justo!, yo también quiero ser testigo del atardecer durante una tarde de verano en un playa solitaria y paradisíaca. ¡Quiero vivir! ¿A caso tú no estás contenta de formar parte del mundo?, ¿No disfrutas de cada inspiración?, de los pequeños momentos, ¡Pero a mí me lo quieres negar!, ¡No es justo!

¿Crees que no te comprendo verdad?, pero lo hago, soy fruto de tu sangre y por lo tanto comprendo tu esencia igual como si yo fuera tú. Y en parte lo soy. Te sientes fulgor de alma mancillada por la incomprensión, flagelada por una sociedad que no te comprende, una herida que supura sin parar y que se ha propagado por la humanidad desde el principio de los tiempos. Eres reflejo de castigo y a cada instante te siento desvanecer. En ocasiones pienso que ya estuvimos juntos en una vida anterior, que en otro tiempo y lugar formamos parte de una familia cargada de dicha, que juntos disfrutábamos de la caída del crepúsculo, que de alguna forma estamos ligados el uno al otro desde los confines del espacio-tiempo. ¿Sientes que soy un castigo en tu vida?, sí, sé que lo piensas, piensas que soy la cruel recompensa a una noche de pecado, de debilidad erótica en la que decidiste dar libertad a tus deseos sexuales. Y no te parece justo, consideras que el precio del desliz es demasiado elevado, me crees responsable de tu mal, que se rompió el condón mientras oculta con aquel joven en los baños de una discoteca decidisteis experimentar con vuestros cuerpos. Y me culpas de todos tus males, de los presentes, de los futuros en un Déjà Vu interminable. Si es así, si realmente deseas terminar con todo, ¡hazlo ya!, si piensas que no soy más que una carga, ¡Abórtame! No, no lo hagas, no quiero dejar de existir, estoy vivo, lo estoy en ti y deseo proseguir mi camino. No te conviertas en mi barrera, no seas alambrada de indiferencia, no seas el látigo de los inocentes, tú no, eso no es libertad femenina, eso es un crimen, un acto genocida, una barbarie que de manera voluntaria, ningún animal no humano realizaría jamás. Deja que la naturaleza siga su curso, pues tienes la oportunidad de ser mi madre, pero no mi dueña. ¡No eres Dios!, no eres una diosa, ni una Virgen inmaculada, no eres santa, solamente un ser humano, como yo. Y te aseguro que eso no es poca cosa. Somos el animal por excelencia, tenemos el don de la Razón, aunque no siempre hagamos buen uso del mismo.  Somos humanos y el derecho a una vida digna debe ser inquebrantable, incluso para mí.

Pero tampoco quiero verte destrozada por mi existencia, por una culpa que no merezco. Así, que haz lo que tengas que hacer, pero hazlo ya, lo antes posible, no me hagas sufrir más, mándame al polvo del que vengo, del vuelta al mundo subatómico y ya solamente seré para ti un mal recuerdo que se ira borrando con el paso del tiempo. ¡Si me consideras fruto de Belcebú entonces entra en esa clínica sin decir nada a nadie y deshazte de mí! ¡Rápido, ya, ahora!, piensa que solamente soy el resultado de un mal cálculo matemático, bórrame de toda probabilidad. Y entonces puedes hacerte devota del látex, venerar las píldoras anticonceptivas como si fuesen imágenes paganas en una iglesia del mal.  
¿A caso me consideras vástago de Belcebú?, ¿Soy yo entonces fruto de una profanación?, aunque ese sea el caso, aunque sea resultado de un abuso machista, de una vejación en toda regla, no alcanzo ver justicia en la muerte de un inocente, la culpa de un tercero. ¡NO, ESO NO ES JUSTO!, solamente cedería mi existencia por ti, si tu vida corriese algún peligro, pues es tan grande mi amor por ti, que todo lo daría a cambio de tu integridad.

Imagíname en tu regazo, indefenso mientras me alimento de tu pecho, piensa en mi compañía, en las cosas que podremos compartir, en nuestras confidencias y en como estando juntos, ninguno de los dos se encontrará con la soledad. Nos consolaremos en las penas, juntos venceremos a las dificultades, nada se nos pondrá por delante. Y el día que te alcance la vejez, siempre tendrás al alguien que será sangre de tu sangre para mostrarte todo su cariño y apoyo.

Por favor, mamá…
No me abortes, no te deshagas de mí.
¡Quiéreme!, yo te corresponderé,
lo haré con todos mis fueros.

            Pero te necesito como guía en vital, para que con nuestras manos unidas podamos abrazarnos a un futuro esperanzador.

No rompas el cordón de la vida.
Él es hilo que nos une, que nos hace uno, que nos hará compartir un genoma único y lleno de vida, seremos carne de carne y uña de uña, día y sol de primavera, frescor de la mañana, aire y pulmón enfrentados a lo desconocido., seremos sueño y descanso, dicha y beatificación, seremos esa puerta abierta que conduce a un mundo mejor. Seremos brújula ante el destino, agua en el camino, sosiego y esperanza ante lo infinito.

¿Te has puesto alguna vez en mi situación?, una vulnerable semilla en tu vientre siempre a merced de tu libre albedrío. ¡Tengo tantas ganas de salir de aquí!, de sentir como el oxígeno libre se adentra en mis pulmones. Intentaré conquistar la vida y el universo desde mis primeros balbuceos hasta que el paso del tiempo me vuelva a reenviar al olvido subatómico, al polvo de estrellas, hasta fundirme en un universo de quarks que se desperdiguen azarosamente por el espacio-tiempo.
Sí, entiendo que también pienses en tu libertad, en que como diosa de tu cuerpo, ama de tu vida y dueña de tu tiempo tengas todo el derecho a elegir libremente, yo solamente te ruego que hagas siempre esa elección con un pensamiento positivo en mente. Mírame como un proyecto de futuro, una nueva oportunidad en tu vida, un reto existencial que te acompañará en tu día a día. Sueño con surfear océanos, recorres todos los senderos del planeta, escribir mis sueños y vivencias entre las blancas nubes, quiero abrazar el amor, conducir la Diablo de la libertad, sentir el apoyo de una madre y regalarle el mío siempre que lo necesite. Cuidarte cuando enfermes, consolarte cuando llores, ¿Qué más te puedo decir?, ¿Otra vez que te quiero?, ¿Qué estoy deseando recostarme en tu regazo? 
Todavía no he visto tu rostro pero tengo ganas de sentirlo con mis pequeñas manos, quiero escuchar tu voz, ¡Puedes hablarme antes de que nazca!, que yo prometo prestarte atención en todo momento, pues no pienso separarme de ti en mucho tiempo. Aquí, dentro de tu útero solamente soy una semilla en la oscuridad de tu útero, soy tu óvulo fecundado, tu ADN dispuestos a prolongar tu esencia hacia las generaciones futuras.

Lo siento, si me repito demasiado, si te insisto hasta la saciedad, solamente lucho egoístamente por mi vida, pero es que la acabo de conocer y me encanta, la deseo y temo perderla. Tengo miedo…

Escúchame un momento:

Me gustaría que cerrases los ojos por un momento, como si quisieses concentrarte, si lo deseas me gustaría que te pusieses en una posición cómoda, como si estuvieses reposando la comida bajo las ramas de un viejo sauce durante una cálida tarde de primavera. Quiero que trates de respirar profundamente, que te dejes llevar… ahora quiero que imagines como sería mi primera comunión, o el día que gano un importante premio deportivo, o el día que te presente mi primera conquista amorosa, o el día que me gradúe en esa carrera…
 
En cualquier caso es muy posible que en cuando abandone tu cuerpo, no recuerde nada de lo que te estoy contando, no seré más que una tabula rasa que debe empezar a ser escrita con una biografía y voy a necesitar que me ayudes a redactar esta experiencia. Quiero que sepas que espero contar contigo, para lograr esta meta, que me guíes con tino y me empujes en los momentos de flaqueza para que no desista. También es posible que en algún momento trate de rebelarme y que tengas que mostrar firmeza y temple en mi beneficio presente y futuro, es posible que en el momento no lo entienda, pero ahora mismo lo hago por adelantado.

Mamá, mamá… te quiero aunque nunca nos hayamos visto, pero necesito que me des la oportunidad de demostrártelo.

Ahora, todo depende de ti, de que no me cierres la puerta que conduce a tu vida, de que no interrumpas tu estado, de que no traspases la puerta de esa clínica.

No te rindas, no entres, se valiente y verás como la vida te recompensa con grandes elogios.

Te quiero, mamá.
Tu hijo no nacido.
José Sergio González Rodríguez.

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