EL CORDÓN DE LA VIDA
Eres un alma iracunda yaciendo sobre las gélidas
baldosas de tu cocina en una ruda madrugada invernal en la que has sido
profanada por la incertidumbre. Dices que una presión salida de la nada
presiona tu pecho hasta el punto de entrecortar tu respiración, al mismo tiempo
que los jugos gástricos que llevas dentro emprenden una manifestación que
altera todo tu cuerpo. Notas el peso de la Vía Láctea sobre tus hombros
huesudos, como su lastre te carga pesar. Te observo desde el ángulo oscuro,
estás ida, con la mirada perdida en la nada, te sientes herida “¿Por qué yo,
por qué ahora?” te preguntas confusa, trémula, perdida en un desierto helado
mientras tus manos sudan en la penumbra y tus mejillas dejan paso a las
lágrimas que brotan de tus ojos. Piensas que tu sangre te dará la espalda
cuando les des la noticia y te calumniará cuando les digas que no me quieres.
Que no te sientes preparada, que todo ha sido un fatal accidente. Pero entonces
te toparás con el peso de la tradición, te dirán que no debes quebrantar los
lazos de la fe, que lo que alberga en tu vientre es un fruto beato, no es
cierto, no existen tales esencias, que los dioses no son más que espectros
salidos de viejos relatos destinados a programar los miedos del pueblo y así
poder controlarlos a su antojo. Y por un momento incluso se te pasa la cruel
idea de comparar a esa pequeña se semilla como un cáncer que te va a amargar el
resto de tu vida, mientras ruegas a los cielos que todo no sea más que un mal
sueño del que estás deseando despertarte. Entonces te imaginas como una
margarita que ha quedado desnuda de pétalos después de que una adolescente
jugase con ella al “me quiere, no me quiere”, mientras piensa en ese joven
compañero de clase, del que se ha quedado prendada y con el que se imagina
compartiendo su vida en el futuro. Aunque claro, todo ello no es más que fruto
de la ilusión inocente. En cambio, ella no desea cargar en plena juventud con
la inocencia del embrión que se gesta en su vientre y por el que se maldice
cruelmente.
El frio que le transmite las baldosas en la
oscuridad es el mismo que el que sus sentimientos albergan hacia el vástago
indeseado. “Ese pimpollo soy yo, el sin nombre”. Me siento prisionero en una
cámara acorazada a la espera de mi sentencia de muerte. Aquí no hay luz, aunque
sí sonidos, los que proceden de un mundo al que me quieres vetar. ¿Por qué?,
¡No es justo!, yo también quiero ser testigo del atardecer durante una tarde de
verano en un playa solitaria y paradisíaca. ¡Quiero vivir! ¿A caso tú no estás
contenta de formar parte del mundo?, ¿No disfrutas de cada inspiración?, de los
pequeños momentos, ¡Pero a mí me lo quieres negar!, ¡No es justo!
¿Crees que no te comprendo verdad?, pero lo
hago, soy fruto de tu sangre y por lo tanto comprendo tu esencia igual como si
yo fuera tú. Y en parte lo soy. Te sientes fulgor de alma mancillada por la
incomprensión, flagelada por una sociedad que no te comprende, una herida que
supura sin parar y que se ha propagado por la humanidad desde el principio de
los tiempos. Eres reflejo de castigo y a cada instante te siento desvanecer. En
ocasiones pienso que ya estuvimos juntos en una vida anterior, que en otro
tiempo y lugar formamos parte de una familia cargada de dicha, que juntos
disfrutábamos de la caída del crepúsculo, que de alguna forma estamos ligados
el uno al otro desde los confines del espacio-tiempo. ¿Sientes que soy un
castigo en tu vida?, sí, sé que lo piensas, piensas que soy la cruel recompensa
a una noche de pecado, de debilidad erótica en la que decidiste dar libertad a
tus deseos sexuales. Y no te parece justo, consideras que el precio del desliz
es demasiado elevado, me crees responsable de tu mal, que se rompió el condón
mientras oculta con aquel joven en los baños de una discoteca decidisteis
experimentar con vuestros cuerpos. Y me culpas de todos tus males, de los
presentes, de los futuros en un Déjà Vu interminable. Si es así, si realmente
deseas terminar con todo, ¡hazlo ya!, si piensas que no soy más que una carga,
¡Abórtame! No, no lo hagas, no quiero dejar de existir, estoy vivo, lo estoy en
ti y deseo proseguir mi camino. No te conviertas en mi barrera, no seas
alambrada de indiferencia, no seas el látigo de los inocentes, tú no, eso no es
libertad femenina, eso es un crimen, un acto genocida, una barbarie que de
manera voluntaria, ningún animal no humano realizaría jamás. Deja que la
naturaleza siga su curso, pues tienes la oportunidad de ser mi madre, pero no
mi dueña. ¡No eres Dios!, no eres una diosa, ni una Virgen inmaculada, no eres
santa, solamente un ser humano, como yo. Y te aseguro que eso no es poca cosa.
Somos el animal por excelencia, tenemos el don de la Razón, aunque no siempre
hagamos buen uso del mismo. Somos
humanos y el derecho a una vida digna debe ser inquebrantable, incluso para mí.
Pero tampoco quiero verte destrozada por mi
existencia, por una culpa que no merezco. Así, que haz lo que tengas que hacer,
pero hazlo ya, lo antes posible, no me hagas sufrir más, mándame al polvo del
que vengo, del vuelta al mundo subatómico y ya solamente seré para ti un mal
recuerdo que se ira borrando con el paso del tiempo. ¡Si me consideras fruto de
Belcebú entonces entra en esa clínica sin decir nada a nadie y deshazte de mí!
¡Rápido, ya, ahora!, piensa que solamente soy el resultado de un mal cálculo
matemático, bórrame de toda probabilidad. Y entonces puedes hacerte devota del
látex, venerar las píldoras anticonceptivas como si fuesen imágenes paganas en
una iglesia del mal.
¿A caso me consideras vástago de Belcebú?, ¿Soy
yo entonces fruto de una profanación?, aunque ese sea el caso, aunque sea
resultado de un abuso machista, de una vejación en toda regla, no alcanzo ver
justicia en la muerte de un inocente, la culpa de un tercero. ¡NO, ESO NO ES
JUSTO!, solamente cedería mi existencia por ti, si tu vida corriese algún
peligro, pues es tan grande mi amor por ti, que todo lo daría a cambio de tu
integridad.
Imagíname en tu regazo, indefenso mientras me
alimento de tu pecho, piensa en mi compañía, en las cosas que podremos
compartir, en nuestras confidencias y en como estando juntos, ninguno de los
dos se encontrará con la soledad. Nos consolaremos en las penas, juntos
venceremos a las dificultades, nada se nos pondrá por delante. Y el día que te
alcance la vejez, siempre tendrás al alguien que será sangre de tu sangre para
mostrarte todo su cariño y apoyo.
Por favor, mamá…
No me abortes, no te deshagas de mí.
¡Quiéreme!, yo te corresponderé,
lo haré con todos mis fueros.
Pero
te necesito como guía en vital, para que con nuestras manos unidas podamos
abrazarnos a un futuro esperanzador.
No rompas el cordón de la vida.
Él es hilo que nos une, que nos hace uno, que
nos hará compartir un genoma único y lleno de vida, seremos carne de carne y
uña de uña, día y sol de primavera, frescor de la mañana, aire y pulmón
enfrentados a lo desconocido., seremos sueño y descanso, dicha y beatificación,
seremos esa puerta abierta que conduce a un mundo mejor. Seremos brújula ante
el destino, agua en el camino, sosiego y esperanza ante lo infinito.
¿Te has puesto alguna vez en mi situación?, una
vulnerable semilla en tu vientre siempre a merced de tu libre albedrío. ¡Tengo
tantas ganas de salir de aquí!, de sentir como el oxígeno libre se adentra en
mis pulmones. Intentaré conquistar la vida y el universo desde mis primeros
balbuceos hasta que el paso del tiempo me vuelva a reenviar al olvido
subatómico, al polvo de estrellas, hasta fundirme en un universo de quarks que
se desperdiguen azarosamente por el espacio-tiempo.
Sí, entiendo que también pienses en tu libertad,
en que como diosa de tu cuerpo, ama de tu vida y dueña de tu tiempo tengas todo
el derecho a elegir libremente, yo solamente te ruego que hagas siempre esa
elección con un pensamiento positivo en mente. Mírame como un proyecto de
futuro, una nueva oportunidad en tu vida, un reto existencial que te acompañará
en tu día a día. Sueño con surfear océanos, recorres todos los senderos del
planeta, escribir mis sueños y vivencias entre las blancas nubes, quiero
abrazar el amor, conducir la Diablo de la libertad, sentir el apoyo de una
madre y regalarle el mío siempre que lo necesite. Cuidarte cuando enfermes,
consolarte cuando llores, ¿Qué más te puedo decir?, ¿Otra vez que te quiero?,
¿Qué estoy deseando recostarme en tu regazo?
Todavía no he visto tu rostro pero tengo ganas
de sentirlo con mis pequeñas manos, quiero escuchar tu voz, ¡Puedes hablarme
antes de que nazca!, que yo prometo prestarte atención en todo momento, pues no
pienso separarme de ti en mucho tiempo. Aquí, dentro de tu útero solamente soy
una semilla en la oscuridad de tu útero, soy tu óvulo fecundado, tu ADN dispuestos
a prolongar tu esencia hacia las generaciones futuras.
Lo siento, si me repito demasiado, si te insisto
hasta la saciedad, solamente lucho egoístamente por mi vida, pero es que la
acabo de conocer y me encanta, la deseo y temo perderla. Tengo miedo…
Escúchame un momento:
Me gustaría que cerrases los ojos por un
momento, como si quisieses concentrarte, si lo deseas me gustaría que te
pusieses en una posición cómoda, como si estuvieses reposando la comida bajo
las ramas de un viejo sauce durante una cálida tarde de primavera. Quiero que
trates de respirar profundamente, que te dejes llevar… ahora quiero que
imagines como sería mi primera comunión, o el día que gano un importante premio
deportivo, o el día que te presente mi primera conquista amorosa, o el día que
me gradúe en esa carrera…
En cualquier caso es muy posible que en cuando
abandone tu cuerpo, no recuerde nada de lo que te estoy contando, no seré más
que una tabula rasa que debe empezar a ser escrita con una biografía y voy a
necesitar que me ayudes a redactar esta experiencia. Quiero que sepas que
espero contar contigo, para lograr esta meta, que me guíes con tino y me
empujes en los momentos de flaqueza para que no desista. También es posible que
en algún momento trate de rebelarme y que tengas que mostrar firmeza y temple
en mi beneficio presente y futuro, es posible que en el momento no lo entienda,
pero ahora mismo lo hago por adelantado.
Mamá, mamá… te quiero aunque nunca nos hayamos
visto, pero necesito que me des la oportunidad de demostrártelo.
Ahora, todo depende de ti, de que no me cierres
la puerta que conduce a tu vida, de que no interrumpas tu estado, de que no
traspases la puerta de esa clínica.
No te rindas, no entres, se valiente y verás
como la vida te recompensa con grandes elogios.
Te quiero, mamá.
Tu hijo no nacido.
José Sergio González
Rodríguez.
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