lunes, 5 de noviembre de 2018

CARTA DE UNA TAZA AMARILLA (Segunda carta)





Carta de amor


A todos los humanos;

Las tazas somos damas sensibles horneadas y decoradas con el único objetivo de servir a la sociedad, en este sentido, nosotras al igual que las sartenes, escobas y demás utensilios del hogar no somos más que objetos infravalorados destinados a limpiar o aliviar las comodidades de los humanos. En mi caso sufro constantes y bruscos cambios de temperatura que hacen mella en cada una de las partículas que me forman. Tengo entendido que fuimos creadas del barro, igual que el mismísimo Adam del que habla el Génesis, pero en nuestro caso los dioses ante los que nos postramos son los humano.
Siempre me han tratado de manera despectiva, igual que a cualquier otro ser del ecosistema que forma cada vajilla, nadie nos ha preguntado jamás por nuestras preferencias, sino que nos han creado en el silencio para que en momento alguno podamos reclamar algún beneficio por nuestra contribución social a lo largo de nuestra existencia.  Ayer vertieron sobre mi vientre una jarra de té caliente que me escaldó hasta el más profundo de mis átomos. Cuantas bocas, nos besan y soban a todas horas, devoran las virtudes que albergamos en nuestro vientre con total desprecio. Aunque tengo entendido que no en todos los casos es así, también en nuestro caso se da la sociedad de clases; “En este sentido te puedo decir que la gente no te valora igual si has salido de Ikea o de Lladró, aunque la finalidad es siempre la misma, servir y callar, es como si unos tuviesen más clase que otros a la hora de hacer su trabajo. Eso es algo que se refleja muy bien en el mimo que nos muestran a unas piezas u otras, como unas son acariciadas con mimo y aseadas con mesura mientras las demás van de cualquier manera al lavavajillas o al fregadero de turno. “He aquí otra muestra de represión social”. Somos testigos todas, de infinidad de vivencias, miedos, alegrías y desazones mientras sentimos como el mundo se va pudriendo a nuestro rededor.
Dices que piensas mucho en la gente, que imaginas a los pobres jornaleros que han elaborado el café que disfrutas tan intensamente y que aviva tus sentidos e ilusiones. Pero en momento algo has hablado de las rudas manos del trabajador que forjó mi esqueleto en un viejo torno, al que me vistió de una forma u otra con un pincen y una receta a base de hermosas pinturas o dibujos que nos decoran, dime; ¿Cuándo te has fijado por última vez en la decoración de una taza de cafetería mientras tomabas un café?, nunca, te fijas en la prensa, en el paisaje, pero jamás en la herramienta que te permite disfrutar de tus placeres diarios. Nos coges sin vernos más que de pasado, nunca nos acaricias ni nos acercas si no es para utilizarnos o comprobar que estemos impolutas en el momento que nos utilizas, como si quisieses desvirgarnos a cada instante, como prostitutas que usas, pagas para tu placer y olvidas hasta que vuelves a necesitarnos. Y  tú me hablas tus anhelos de conquista, pues yo te hablo de respeto, del cuidado de aquellas cosas que te facilitan cada día y que van desde una vieja zapatilla a un cómodo sofá, debes apreciar el valor que aportamos a tu existencia y como somos herramientas constantes a la hora de favorecer tu bienestar. ¿Cuándo comiste una sopa sin cuchara?, ¿Qué valor le diste a la servilleta que limpió tu rostro de los restos de comida?, yo soy taza, sí, pero represento a todos los objetos que son víctimas de vandalismo, de aquellos que te dejas olvidados en la mitad de la noche cuando disfrutas de tus momentos de ocio. La próxima vez que hables del sabor agradable del café, también podías alabar el mimo del cuenco que te lo proporcionó, la máquina que lo hizo o el envase que lo conservó en buen estado hasta el momento de tu disfrute, “Porque le historia de los humanos, es también la historia de los objetos que utilizaron”. 
Mímame, acaríciame como a esa pareja de la que buscas el mejor de los placeres, cuídame y respétame para que podamos pasar juntos mucho tiempo, quiéreme como si fuese un bebé en tus brazos, la joya que luces en las noches de gala, aséame con mimo para que ninguna impureza me corrompa, sécame y guárdame para que siempre en encuentres en plenas facultades y pueda servirte gustosamente.”¡Háblame, dime que me quieres, que me valoras, lo importante que soy para ti!”. Soy consciente de que cuando se está arriba, cuando uno tiene todo el poder es muy fácil mostrar indiferencia hacia aquellos que solamente te dan por la cintura, como también es cómodo aparentar caridad cuando uno nada en la opulencia. Puede que yo solamente sea una  taza, un objeto del que uno puede prescindir con facilidad, pero ¿te has preguntado cuan imprescindible eres tú?, pues fíjate que un café no guarda el mismo sabor en un pocillo de cerámica que en uno de cristal, como tampoco se alimenta igual el amo que guarda el grano que el siervo que recoge el que cae por el camino y es posible que para otros semejantes a ti, tu presencia en la vida equivalga a un simple pocillo de porcelana perdido sin futuro en medio de una vajilla de plata…
El mundo está sostenido por pocillos de café comprados en un todo a un Euro y son muy pocos aquellos que llegan a vestirse de Lladró, por lo que no te fijes solamente en cómo viven aquellos que guardan el cerebro de oro y aprende siempre de aquellos que empujan la rueda que mueve el mundo, pues es más fácil que pases por esta vida como taza de porcelana, que como cariz de plata.
Soy consciente de que no poseo tu magia con las palabras, ni visto de traje gris, pero también soy flor de jardín, tú serás girasol, pero yo soy jazmín.
  Taza de café,
28 de junio de 2018





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