Pasado el ecuador veraniego, llevaba unas cuantas
semanas sin subirme a los vehículos de Rodando y debo reconocer que comenzaba a
tener mono de bicicleta. La semana pasada mientras paseaba con mi pareja por las fiestas de mi ciudad me
crucé con algunos de mis compañeros, los cuales, a pesar de las vacaciones,
decidieron seguir sacando las bicicletas como de costumbre. Entonces pensé que
yo cometiera un error, tomándome dichas vacaciones, esta semana corroboré que
andaba en lo cierto, cuando ayer lunes 19 de agosto me presenté en las
instalaciones del colegio de la ONCE en Campolongo (Pontevedra), para dar
comienzo a otra de las salidas ciclistas del Programa Rodando. Eso sí, debo
dejar claro que lo que pensé que iba a ser una relajante paseo se acabó
convirtiendo en una impresionante ruta que solamente finalizaría cuando casi a
las 10 de la noche conseguimos parar en las Fiestas de la Peregrina, que aunque
habían concluido el día anterior, ayer celebraban el Día del Niño, donde las
atracciones resultan ser un poco más baratas. Allí me tocó subirme a un
trenecito y tuve la oportunidad de probar puntería en una tómbola, antes de
irme a tomar una suntuosa cena con la que reponer fuerzas. En cualquier caso la
impresionante aventura sobre ruedas había comenzado horas antes…
Como ya aclaré hace un momento, a eso de las seis
de la tarde, el Grupo Rodando abandona el colegio de la ONCE, dando comienzo
así a una nueva ruta estival. Por entonces sobre mi cabeza rondaba la idea de pasar
una tarde de bicicletas en la que no hubiese nada especial que destacar, un
pequeño paseo, seguramente con parada en alguna cafetería, ya que estamos de
vacaciones o improvisando un camping en alguna zona descampada de los
alrededores, desde luego no tenía en mi cabeza, después de tantos días sin
subirme a una bicicleta, hacer una ruta de 20 Km, ida y vuelta hasta la zona de
Bora. Pero así fue, paseando, despacio, bordeando el río, disfrutando del paseo
que recorre su orilla hacia este destino, recorriendo sus irregulares senderos,
disfrutando de su paisaje, observando a bañista que disfrutaban del agua y del
sol, lo que en algún momento de sana envidia me llevó a meditar la locura de
imitarles, así vestido como iba, pero la cordura volvió a mí, contra mi
voluntad y antes de tiempo, por lo que no llegué a dar el paso. El salto más
bien. También humo instantes para la inseguridad, tramos en los que no lograba
avanzar solo y tenía que ser socorrido por alguno de los voluntarios mientras
yo también pedaleaba con toda la agilidad que mis rodillas cuarentonas eran
capaces de soportar. No me importaba el dolor, yo seguía para adelante… no iba
a quejarme. En algunos puntos del camino el vértigo también me hacía dudar,
entonces miraba al frente, apretaba hasta llegar a una zona que me diese más
seguridad, pero “jamás iba a pedir papas”, de eso estaba seguro. Durante
algunas paradas hice fotografías con mi móvil, o posaba para que Silvia me fotografiase.
En una ocasión incluso me deshice de la camiseta parodiando a los forzudos del
cine y en otras tragué saliva para posar con buena cara en un puente que cruza
a gran altura el río de lado a lado. —“¡Todo por hacerme el gallito!”— y quedar
como ese valiente que estoy lejos de ser… Pero lo pasé en grande. Viví momentos
increíbles y ya sueño con la próxima ruta, aunque al mismo tiempo, soy
consciente de que estoy jugando con fuego y que antes o después, mi cuerpo me
rendirá cuentas. —¡Pero que me quiten lo bailado…!— solamente se vive una vez y
me parece importante disfrutar de cada instante de esta vida y de todas las
oportunidades que ésta te ofrece. Pero esta es una idea a la que llegué con el
paso de los años, a medida que mi cuerpo se empeñó en decirme que se estaba
desgastando, que la juventud no dura siempre y que estaba desperdiciando mi
tiempo. Personalmente, no quiero que esto sea así, si quiero conquistar
horizontes nuevos, no puedo quedarme mirando para las musarañas, debo coger el
toro por los cuernos, sostenerle la mirada al destino y gritarle —¡Adelante,
vamos allá!— mientras trago saliva y rezo a la fortuna para que ésta me siga
sonriendo. Si los proyectos, no se convierten en acciones, si los sueños no se
vuelven realidades tangibles… entonces es mejor no soñar, no hacer proyectos. Dejar
de imaginar lo imposible y conquistar aquello que se ajusta a nuestra realidad,
porque en el fondo, nosotros somos a la vez, nuestro mejor amigo y nuestro peor
enemigo. Saber lidiar entre ambos es lo que nos lleva a crecer como personas. Todo
esto me viene a decir que es posible que el tiempo de los excesos esté llegando
a su fin y que deba parar más pronto que tarde, quizás en los próximos cincuenta
años, no lo sé, pero hasta que llegue ese momento, lo que puedo decir con total
seguridad es que pienso pelear por cada sueño, porque en el fondo, yo nunca
hice buenas migas con la realidad. Lo siento.
Será que mi ego no me coge dentro, pero así va a ser…
Mientras termino estas frases, más melancólicas
que realista, ya me encuentro pensando “¿Cuál será la siguiente ruta que el
Programa RODANDO me tiene preparada?” porque en lo más hondo de mi corazón
estoy deseando como agua de mayo que un mensaje de móvil, me proponga un nuevo
desafío. Dudo, que se capaz de resistirme a él.
En septiembre, el Programa RODANDO, volverá con
fuerza y yo espero estar ahí…
jo Comì, que forma mais bonita de liberarse.espero que esa actitude dure moito tempo, felicidades
ResponderEliminarjo Comì, que forma mais bonita de liberarse.espero que esa actitude dure moito tempo, felicidades
ResponderEliminarjo Compi, que forma mais bonita de liberarse, espero que esa actitude dure moito. Felicidades
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