1
¡Hay estas piernas!
Hay que castigo…!
Admiro el mundo,
su belleza tangible,
me hace soñar con lo divino,
como si fuese algo creíble.
¿Dónde está Dios?, me pregunto.
El silencio, es la respuesta.
Dios, es palabra de amor,
comida del hambriento,
salud en todo enfermo,
consuelo para el tormento,
calmante pare el dolor,
Dios, no nos rodea,
no nos observa ni nos juzga,
dios vive en cada alma,
que pisa esta tierra flotante,
en mitad de la Vía Láctea.
2
¡Hay estas piernas…
que no para de doler!
Entonces, caigo en la cuenta,
toda vida es un poema,
cada día es un verso
y yo una mera estrofa.
Todos somos poetas,
todos habitamos una rima,
con sabor a indiferencia.
No soy versista, en absoluto,
pero cada zancada mía,
lleva inscrita desde la cuna,
un dolor sangrante y sulfuroso.
Soy una herida de guerra,
que ha cicatrizado mal,
sangro y sulfuro cada noche,
en un mundo siempre desleal.
¡Hay estas piernas…
que no para de doler!
¡Soy rabieta incandescente!
Llanto caído de la higuera,
soy tristeza sobre hoja de libreta,
soy dolor, aunque no lo quiera.
3
¡Hay, hay mi llanto…!
Mi llanto se ha caído,
caído en un saco parvo,
un saco, saco del olvido.
¡Hay mi llanto, hay, hay!
Mi llanto se ha caído,
si no lo hallo con celeridad,
mi alma, vestirá de espanto.
Mis quejidos, se atascan en el vaho,
que rodea mis cuerdas vocales,
todo grito de mi pulmón es silenciado,
hasta trocarlo en envolvente suspiro.
A mis coyunturas les falta su grasa,
este corazón, pierde ya revoluciones,
veo el ocaso a la vuelta de la esquina,
detecto fallo en todas mis trasmisiones.
Ahora lo sé… lo sé con total certeza,
empiezo a ser un traje desgastado,
un espectro desfigurado por la vida
siempre en declive, siempre cabizbajo.
La vida me devora con fina sutileza,
voy por navegando por su ecuador,
y en poco tiempo, un frío atardecer
me señalará la caída de mi bandera.
Hay estas piernas!
¡Hay que castigo…!
El tiempo nos viste de cenizas,
cuando la noche negra nos cubre.
El hoyo es cuna de vidas pasadas,
que soñaban con la eternidad.
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