Por José Sergio González Rodríguez. |
Leyendo el Manifiesto que proclamaba por nuestro derechos como ciudadanos. |
Como viene siendo habitual durantes los últimos años, el pasado 3 de diciembre todas las personas que albergamos algún tipo de discapacidad en nuestro cuerpo (y porque no también en nuestra alma), celebramos nuestro lugar en el mundo con el Día Internacional de las Personas con Discapacidad.
Esta fecha fue aprobada por la Organización de las Naciones Unidas en el año 1992. Un día glorioso donde los halla que debe permanecer grabada en nuestra memoria colectiva y que supuso un antes y un después en todas las personas que en algún momento de su biografía, cuando no toda, ha tenido que convivir con una discapacidad (limitación), en alguna parte de su cuerpo.
Es imperioso que nos olvidemos de los prejuicios y nos demos cuenta de una vez por todas, que una discapacidad es algo que te limita, sí, pero no es algo que necesariamente tenga que impedirte que te integres en la sociedad de una forma más o menos normalizada. En muchos casos, pequeñas adaptaciones o ayudas puntuales hacen que una persona con una discapacidad pueda llevar una vida completamente normal. Y si bien es cierto que algunos términos despectivos hacia muchos de nosotro ya se han ido eliminando, todavian quedan viejos resquicios en forma de prejuicios que han de ser exterminados de la faz de la tierra. Y es por ello también, por lo que sigue siendo importante que se celebre un día como éste, que nos recuerde, no solamente lo mucho que hemos conseguido conquistar a través de los tiempos, sino que todavía nos queda un largo camino por recorrer para llegar a conquistar la plena integración de las personas con diversidad funcional. Èste último es el término que mejor nos define, un vocablo que confirma una verdad ineludible sin llegar a caer en palabras despectivas o cargadas de intolerante discriminación.
"Las personas con una diversidad funcional nos somos subnormales o enfermos, por lo que es importante que esos términos sean borrados de toda mente humana".
La vida de las personas con diversidad funcional ha ido evolucionando positivamente en las últimas décadas. Aquellos viejos ideales que nos trataban como enfermos que debían estar encerrados en casa porque no servían para estar en sociedad o simplemente porque la gente se avergonzaba de ellos, posiblemente se hallan alejado bastante. Es posible que ya no se nos trate de "tontos" y que nuestro futuro ya no sea estar recluidos en internados o psiquiátricos... pero eso no significa ni mucho menos que hallamos conquistado el universo. Si bien es cierto que en la actualidad muchos de nosotros hemos ido contando con una buena educación, con una integración social de calidad y adaptada a nuestras necesidades, si también resulta necesario recordar que todavía nos queda mucho por conquistar. "Acceso al mundo laboral", más allá de unos casos puntuales, "oportunidad de llevar una vida independiente", o "la posibilidad de poder formar pareja con otra persona", son derechos fundamentales que muchos de nosotros todavía tenemos vetados. (Reconozco que ésta no es una realidad que me afecte personalmente, pero sí a muchos de mis compañeros).
En los últimos tiempos se nos ha concedido a todas las personas con discapacidad el Derecho al Voto, otro gran paso importante para nuestro colectivo, aunque algunos de nosotros lo ejerciéramos desde la mayoría de edad. También se han aprobado otras propuestas importantes como la "Ley de Dependencia", las plazas de trabajo reservadas a personas con discapacidad en empresas o en el Estado mediante oposición. Se han ido creando Centros de Día, Residencias, o pisos tutelados... se nos ofrece formación, ocio y demás necesidades de la vida diaria... pero como ya señalé antes, todo lo relacionado con el sexo, la vida en pareja y demás, sigue siendo un tema peliagudo que no es aceptado en muchas familias "al menos cuando les toca a ellos", porque de puertas a fuera "todo es orégano", es decir que seguimos habitando en fea hipocresía que siempre caracterizó al ser humano.
La paraguada es la imagen con la que destacamos nuestro Día de la Discapacidad. |
Actos como los celebrados el pasado 3 de diciembre en muchos lugares del mundo, manifiestos como el que tuve la oportunidad de leer en la Plaza da Ferrería, sirven para clamar a toda la sociedad y sobre todo a los políticos para que no sigan desviando la mirada cuando se trata de abordar el tema de la discapacidad o diversidad funcional, que tienen ante ellos, importantes retos que afrontar, desde la educación y el empleo, hasta nuestro cuidado en residencias, pensiones, etc. Y como no, que tienen la obligación de publicitar y facilitar nuestra plena integración en todos los ámbitos de la vida. Aunque solamente sea por eso, este tipo de manifestaciones merecen la pena. Porque "Sólo el que grita es escuchado y solo el que protesta, es tenido en cuenta a la hora de planificar el día", seguir saliendo a la calle en días como éste es una experiencia, que realmente, merece la pena.
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