jueves, 27 de febrero de 2020

UN POEMA A MI QUERIDA RAQUEL, ALLÁ DONDE ESTÉ...


MIENTRAS ESCRIBO, BOB DYLAN CANTA PARA MÍ.

1
Mientras escribo, Bob Dylan canta para mí.
Acaeció durante un alba de febrero,
iba a ser, casualidades de la vida,
tu último amanecer, pero nadie lo sabía.
Fue entonces, cuando la fatalidad te segó,
añadiendo tu DNI, a las víctimas del asfalto,
cuando la impasible mano de la tragedia,
acaricio tu alma mortal, para enviarte al éter.
Ahora, eres nana en memoria ajena,
vives entre los recodos de nuestras neuronas,
habitando un recuerdo cruel,
que bucea en el pozo del martirio.

¡Mi añorada Raquelita!
¿por qué nos vaciaste tan pronto
de tu alegre presencia mortal?
¿Por qué…?
Tu ausencia es un virus silencioso,
un trauma que envenena mi soledad,
hasta volverla una atmósfera de gas,
que me envenena por dentro,
me crea sangrantes heridas internas,
que no dejan de supurar,
como cascadas del demonio,
que envenenan mi espíritu,
mientras ahogan toda esperanza
sobre una enorme bola de estupor.

Y mi corazón…
¿qué te puedo decir de mi pequeño motorcito de sangre?
Solamente es un órgano que sufre,
un trozo de carne envenenado que duele,
un cáncer que ahoga sin matar,
un péndulo que marca el tic tac de los lamentos,
hasta vestir cada uno de mis momentos,
en una estampa cruel.

Y mi corazón…
mi corazón de angustia se quiere parar,
desea con todos sus fueros,
abandonar los latidos,
pero no puede, no puede…
porque la vida le marcó otro destino.

2

Hoy, también por casualidad,
vuelve a ser miércoles,
y yo, café en mano,
garabateo tu reflejo sobre el frío vaho,
de un espejo roto en mil penares,
fracturado por la impotencia
hasta el mismísimo tuétano.
Navego con la vela baja,
sobre un océano de dolor,
hoy, siento a dios más lejos,
más indiferente que nunca,  
y aunque nunca creí en él,
ni seguí sus preceptos,
en los más profundo de mi ser,
nunca llegué a imaginar,
que su ira fuese tan despiadada.

Hoy es miércoles,
el aire huele a ceniza,
a recuerdo y a estupor,
mil alfileres de ira,
picotean mi ego sin piedad.
Hoy, tu recuerdo,
es la estampa de un calvario,
en la mirada de mis consanguíneos,
hoy, ¡tu recuerdo!
es una herida que sangra…
sangra y sangra,
sangra y duele,
sangra y supura
un café ácido que se me atraganta.

Y entonces, como traída por un hálito,
una pregunta me revolotea en el alma:
¿estás con la abuela y el tío?
Me pregunto si los ángeles les dan amparo,
si consuelan sus miedos,
si velan por su felicidad…
porque dicen que el cielos es un lugar dichoso,
aunque yo solo veo estrellas lejanas
mientras me digo que habitáis una de ellas.


3

Mientras escribo, escribo y reescribo,
Bob Dylan canta para mí.
Pero hoy al contrario que ayer,
sus palabras no me reconfortan,
no me alimentan, ya no,
mi ego le dio un portazo,
y cambió su poesía por el estupor.
Sus letras son haches para mí,
valores que enmudecen en la penumbra.
Canta, pero no le escucho
como si un grito de terror,
fuese la coraza que le impide el paso.

Dylan recita, como el viejo poeta que es,
pero yo solo hago pensar en ti,
en todo lo que me quedaba por decirte,
¡y era mucho!, te lo garantizo,
en las cartas que te quería redactar,
aunque sé que no eras de leer demasiado.
Ahora este tiempo ha concluido,
no hay retroceso, como tampoco Paraíso,
ahora el tiempo se agotó,
se agotó para ambas,
para ti,
y en parte para mí,
pues soy vela que se apaga,
la cera me consume
y mi calor,
y mi luz,
tiene menos destinatarios.

Porque tú, no estás…

¡Dios…!

Ojalá, ¡Ojalá yo fuese como Dylan!
Ojalá, fuese poeta,
pero no visto tan digno traje,
pero ¡ojalá…!
¡Ojalá, estos versos hagan tu alma volar!
Surcar los cielos,
bailar un vals con las estrellas,
o un Rock…

¿has conocido a Elvis?
¿sabes si Lorca anda por ahí?
¡Machado tal vez…!
Si es así, diles que los adoro,
que sueño con ser poeta, como ellos,
y como Dylan, que no deja de cantar…

Porque me has abandonado,
te escribo el poema,
que en vida no supe redactarte,
puede que este no sea digno de honores,
pero te lo juro
sale directamente de mis vísceras,
es genuino, original, íntimo y exclusivo…
exclusivo para ti. Porque eras mi alegría,
porque tenías el poder de la juventud
la fuerza que emana de la inocencia,
los sueños rotos, ya no te comerás el mundo,
pues él te devoró a ti.

Ahora para muchos, serás estadística de carretera,
para mí, una hoja muda, que se arruga bajo la lluvia,
una llovizna que nace en mis ojos,
para terminar besando mis mejillas, mi ropa,
el frío suelo, aquel que todos pisan con indiferencia,
menos yo, que lo haré con sumo cuidado,
pues no deseo pisotearte, solamente venerarte,
serás mi santa particular, modelo de devoción,
motivo de plegaria, a ti suplicaré,
ante ti me arrodillaré, como santa personal,
pues hasta hoy fui ateo,
ahora erijo una nueve fe,
una que nace alrededor de ti.

Mientras escribo, Bob Dylan, ha dejado de cantar para mí,
Soy un cántaro roto, roto de dolor,
reflejo de un sufrimiento, propio, pero también ajeno,
el que veo cada día en la mirada de tus padres,
de tus hermanos, de tus amigos, de todos los que te queremos,
te queríamos, y ahora te añoramos.
Soy un cántaro roto, en mil pedazos de barro reseco,
jamás vestiré de porcelana,
ni escalaré el horizonte,
hoy, mi alma se asemeja a un basurero,
donde solamente anidan penas y lamentaciones,
mi corazón perdió su sonrisa,
mi alma saltó al vacío,
y yo, sin más lágrimas que derramar,
soy un lamento que camina hacia la penuria,
un ateo que carga tu cruz,
una canción maldita,
que ningún vocalista a la cola del paro,
querrá recitar.
Hoy te lloro, hoy me lamento…
Mientras Dylan, otra vez, sigue empeñado en cantar para mí.





Te quiero, Raquel…

Dedicado también a Mi Rosa…

José Sergio González Rodríguez.
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