MIENTRAS
ESCRIBO, BOB DYLAN CANTA PARA MÍ.
1
Mientras escribo, Bob Dylan canta para mí.
Acaeció
durante un alba de febrero,
iba a ser,
casualidades de la vida,
tu último
amanecer, pero nadie lo sabía.
Fue entonces,
cuando la fatalidad te segó,
añadiendo tu DNI,
a las víctimas del asfalto,
cuando la
impasible mano de la tragedia,
acaricio tu
alma mortal, para enviarte al éter.
Ahora, eres
nana en memoria ajena,
vives entre
los recodos de nuestras neuronas,
habitando un
recuerdo cruel,
que bucea en
el pozo del martirio.
¡Mi añorada
Raquelita!
¿por qué nos
vaciaste tan pronto
de tu alegre
presencia mortal?
¿Por qué…?
Tu ausencia
es un virus silencioso,
un trauma que
envenena mi soledad,
hasta
volverla una atmósfera de gas,
que me
envenena por dentro,
me crea
sangrantes heridas internas,
que no dejan
de supurar,
como cascadas
del demonio,
que envenenan
mi espíritu,
mientras
ahogan toda esperanza
sobre una
enorme bola de estupor.
Y mi corazón…
¿qué te puedo
decir de mi pequeño motorcito de sangre?
Solamente es
un órgano que sufre,
un trozo de
carne envenenado que duele,
un cáncer que
ahoga sin matar,
un péndulo
que marca el tic tac de los lamentos,
hasta vestir
cada uno de mis momentos,
en una
estampa cruel.
Y mi corazón…
mi corazón de
angustia se quiere parar,
desea con
todos sus fueros,
abandonar los
latidos,
pero no
puede, no puede…
porque la
vida le marcó otro destino.
2
Hoy, también por
casualidad,
vuelve a ser
miércoles,
y yo, café en
mano,
garabateo tu
reflejo sobre el frío vaho,
de un espejo
roto en mil penares,
fracturado
por la impotencia
hasta el
mismísimo tuétano.
Navego con la
vela baja,
sobre un
océano de dolor,
hoy, siento a
dios más lejos,
más indiferente
que nunca,
y aunque
nunca creí en él,
ni seguí sus
preceptos,
en los más
profundo de mi ser,
nunca llegué
a imaginar,
que su ira
fuese tan despiadada.
Hoy es miércoles,
el aire huele
a ceniza,
a recuerdo y
a estupor,
mil alfileres
de ira,
picotean mi
ego sin piedad.
Hoy, tu
recuerdo,
es la estampa
de un calvario,
en la mirada
de mis consanguíneos,
hoy, ¡tu recuerdo!
es una herida
que sangra…
sangra y
sangra,
sangra y
duele,
sangra y
supura
un café ácido
que se me atraganta.
Y entonces,
como traída por un hálito,
una pregunta
me revolotea en el alma:
¿estás con la
abuela y el tío?
Me pregunto
si los ángeles les dan amparo,
si consuelan
sus miedos,
si velan por
su felicidad…
porque dicen
que el cielos es un lugar dichoso,
aunque yo
solo veo estrellas lejanas
mientras me
digo que habitáis una de ellas.
3
Mientras escribo,
escribo y reescribo,
Bob Dylan
canta para mí.
Pero hoy al
contrario que ayer,
sus palabras
no me reconfortan,
no me alimentan,
ya no,
mi ego le dio
un portazo,
y cambió su
poesía por el estupor.
Sus letras son
haches para mí,
valores que
enmudecen en la penumbra.
Canta, pero
no le escucho
como si un
grito de terror,
fuese la
coraza que le impide el paso.
Dylan recita,
como el viejo poeta que es,
pero yo solo
hago pensar en ti,
en todo lo
que me quedaba por decirte,
¡y era
mucho!, te lo garantizo,
en las cartas
que te quería redactar,
aunque sé que
no eras de leer demasiado.
Ahora este
tiempo ha concluido,
no hay
retroceso, como tampoco Paraíso,
ahora el
tiempo se agotó,
se agotó para
ambas,
para ti,
y en parte
para mí,
pues soy vela
que se apaga,
la cera me
consume
y mi calor,
y mi luz,
tiene menos
destinatarios.
Porque tú, no
estás…
¡Dios…!
Ojalá, ¡Ojalá
yo fuese como Dylan!
Ojalá, fuese
poeta,
pero no visto
tan digno traje,
pero ¡ojalá…!
¡Ojalá, estos
versos hagan tu alma volar!
Surcar los
cielos,
bailar un
vals con las estrellas,
o un Rock…
¿has conocido
a Elvis?
¿sabes si
Lorca anda por ahí?
¡Machado tal
vez…!
Si es así,
diles que los adoro,
que sueño con
ser poeta, como ellos,
y como Dylan,
que no deja de cantar…
Porque me has
abandonado,
te escribo el
poema,
que en vida
no supe redactarte,
puede que
este no sea digno de honores,
pero te lo
juro
sale directamente
de mis vísceras,
es genuino,
original, íntimo y exclusivo…
exclusivo
para ti. Porque eras mi alegría,
porque tenías
el poder de la juventud
la fuerza que
emana de la inocencia,
los sueños
rotos, ya no te comerás el mundo,
pues él te
devoró a ti.
Ahora para muchos,
serás estadística de carretera,
para mí, una
hoja muda, que se arruga bajo la lluvia,
una llovizna
que nace en mis ojos,
para terminar
besando mis mejillas, mi ropa,
el frío suelo,
aquel que todos pisan con indiferencia,
menos yo, que
lo haré con sumo cuidado,
pues no deseo
pisotearte, solamente venerarte,
serás mi
santa particular, modelo de devoción,
motivo de
plegaria, a ti suplicaré,
ante ti me
arrodillaré, como santa personal,
pues hasta
hoy fui ateo,
ahora erijo
una nueve fe,
una que nace
alrededor de ti.
Mientras escribo,
Bob Dylan, ha dejado de cantar para mí,
Soy un
cántaro roto, roto de dolor,
reflejo de un
sufrimiento, propio, pero también ajeno,
el que veo
cada día en la mirada de tus padres,
de tus
hermanos, de tus amigos, de todos los que te queremos,
te queríamos,
y ahora te añoramos.
Soy un
cántaro roto, en mil pedazos de barro reseco,
jamás vestiré
de porcelana,
ni escalaré
el horizonte,
hoy, mi alma
se asemeja a un basurero,
donde
solamente anidan penas y lamentaciones,
mi corazón
perdió su sonrisa,
mi alma saltó
al vacío,
y yo, sin más
lágrimas que derramar,
soy un
lamento que camina hacia la penuria,
un ateo que
carga tu cruz,
una canción
maldita,
que ningún
vocalista a la cola del paro,
querrá
recitar.
Hoy te lloro,
hoy me lamento…
Mientras Dylan,
otra vez, sigue empeñado en cantar para mí.
Te quiero, Raquel…
Dedicado también a Mi Rosa…
José Sergio González Rodríguez.
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