En menos de una semana he tenido la oportunidad de disfrutar de dos Grandes Clásicos del Séptimo Arte; la primera de las obras fue CIUDADANO KANE (1941), gracias al programa Classics que José Luis Garci tiene en 13 TV, una obra mayor de Orson Welles y una de las mejores películas de todos los tiempos, una película sobre el poder, la avaricia y el control sobre los demás a manos de un tirano de los medios, que nos permite examinar su manipuladora psique. Welles es uno de mis directores favoritos, pero no dejo de recordarle a la gente que mi película suya favorita, sigue siendo SED DE MAL (1958), una de esas cintas que siempre tendrá un lugar privilegiado en mi filmoteca emocional, que no es otra que aquella que archivamos en nuestra memoria.
La segunda joya la disfruté ayer lunes por la noche, tampoco es la primera vez que veía CANTANDO BAJO LA LLUVIA (1952), pero como si lo fuere, porque traté de absorber cada minuto de metraje, como si me encontrase ante una obra mayor, que debía estudiar y amar, como cinéfilo. De lo que sí me enamoré fue de cada uno de los pases de baile que hacía cada uno de los protagonista, de unos decorados únicos y un vestuario que desborda elegancia por los cuatro costados. "Ya me gustaría el don del baile que poesía Gene Kelly, sus movimientos de pies enamoraban mis ojos, hasta alcanzar el escalón en el que uno desea verse a sí mismo, haciendo lo mismo.
Escena mítica de Cantando bajo lluvia. |
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