CARTA A UN ESPECTRO
Querido espectro sobre cristal pulido;
Desde muy pequeño me di cuenta de
que yo era distinto, que mi voluntad, mis sueños e ilusiones y la realidad que
me rodeaba eran totalmente opuestas y siempre vi en ti, al animal herido que soy.
Mi cerebro, siempre soñó en grande, siempre quiso conquistar los horizontes más
lejanos, pero mis miembros nunca estaban a la altura, tensos, lentos,
despistados, dañados… nunca fueron capaces de asumir las circunstancias.
Abocado a la soledad, muchas veces era
un mero testigo de cómo otros niños jugaban, aprendían y disfrutaban de esa
infancia feliz de que yo estaba desnudo. Y mis únicas armas para suplir esta
faltan eran la imaginación, los sueños y la ayuda que salía de aquella caja
tonta que era la televisión.
Los dibujos animados, las películas…
junto con el ajedrez, los puzles y la bicicleta siempre fueron mi compañía,
motivo por el cual siempre soñé con dedicarles toda mi vida, pero una vez más,
la realidad me apuñaló por la espalda y pronto me di cuenta de que mis
movimientos, mis pasos en estas ramas también se iban a ver frustrados. ¡Y
llegué maldecir a los Dioses por ello y de paso, también mí existencia!
Me hice escritor y fracasé… quise hacer
cine y me estrellé, jugador de ajedrez, sin ganar jamás torneo alguno y con
ello la desdicha siempre se pegó a mí como una lapa. Pero, supongo que no fue
culpa de la vida, sino mía, que nunca supe aceptarme, adaptarme a las
circunstancias. Y así llevo casi medio siglo, soñando con despertar en una
realidad que nunca llega, incapacitado por mis neuronas para disfrutar de los
pequeños logros, mientras tengo constantes pesadillas con mi extinción.
Te miro y me odio, te observo y me doy
lástima mientras trato de sellar mi boca, para no dejar escapar los gritos
frustrantes que nacen de mi corazón. Me maldigo, porque no deseo ser otro más
del montón, porque mi ego, no acepta ser alguien que pase por la vida sin dejar
una profunda huella.
Me niego a ser un simple homínido que camine
sin más por la tierra, lo siento, pero necesito más. Y por ello, porque no me
acepto, mi vida es un permanente baño de lágrimas.
Nada va a cambiar.
Los sé.
Mi vida siempre irá por otro sendero,
mi reflejo, es decir, tú, siempre serás ese rival al que no soy capaz de mirar
a los ojos y el paso del tiempo, no hace más que complicar las cosas. Nada me
alivia, ninguna compañía me consuela y el simple acto de escribir estos
párrafos, en lugar de calmarme, lo único que hacen, es hurgar más en esta
sangrante herida que no cura nunca.
Cuando me acerco a algún sanitario en
busca de una opinión, incapaces de calmarme, no aptos para cambiar mis
pensamientos, me recetan drogas vestidas de fármacos con el objetivo de aliviar
síntomas. Pero, no lo consiguen… y yo sigo en mis trece, soñando con otras
vidas que no sean la mía, viviendo en
fantasías permanentes que me alejen e esa triste realidad que me acecha.
Pero, nada cambia. La impotencia me
domina.
Y yo…
Yo sigo queriendo escapar de mi jaula,
mientras no puedo dejar de llorar.
Hasta otra, cristal pulido.
No te olvides de responder.
Fdo.
Yo.
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