La fe mueve montañas, por muy pesadas que éstas sean, apoyándonos en este sentimiento nuestro caminar por la vida se hará mucho más llevadero, aprenderemos a apreciar más lo que la vida nos ofrece cada día y aprovecharemos mejor el tiempo que disponemos en este mundo. La Fe es un sentimiento calmoso que nos encamina, al menos en parte, hacia la paz interior, es un estado de ánimo avocado al optimismo en las situaciones más duras, que nos ayuda a afrontarlas y en muchos casos incluso a superarlas. Hace tiempo, leí en una revista científica, que las personas religiosas, o al menos las que tenían más desarrollado el sentido de la fe, solían gozar de mejor salud e incluso, podían llegar a tener una vida más larga. Todo ello cobra un gran sentido, si tenemos en cuenta que nuestras emociones juegan un papel muy importante en nuestro bien estar. Las personas alegres, las que ven siempre el lado positivo de las cosas y las que no se dejan llevar fácilmente por las pedradas de la vida, suelen gozar de una mejor salud. E insisto, esto es ciencia.
Pero ojo, a los que vean en este texto,
una defensa de las religiones, o la posibilidad de que el autor de este texto
crea en un dios todopoderoso que ayuda a los que le siguen. No, cuando hablo de
fe, no tengo que hacerlo pensando en Dios, puedo simplemente, confiar en mí
mismo, en creer en mis posibilidades, o simplemente en que el azar me será
propicio en el día de hoy. Eso también es fe, y no por ello debo someterme
a ningún tipo de ritual, ¡O quizás sí!, es posible que tenga que
aprender a valorar las pequeñas cosas de las que tengo la suerte de disfrutar
en un momento dado, es posible que mi ritual sea cuidar el entorno en el que
vivo, mantener en equilibrio en todo momento, para que de esta manera este
estado de bien estar perdure lo máximo posible en el tiempo. La fe, debe ser un
arma que nos invite a trabajar por un mundo mejor, que nos haga superarnos cada
día en todos nuestros quehaceres, obligaciones y pasiones, de manera que
hagamos un poco mejores cada día, aunque, conscientes también, de que nunca
conoceremos la perfección, por lo que mejorar siempre será posible.
Yo, creo en mí, creo que hay vida antes de
la muerte y que debo aprovecharla en la medida de lo posible, y creo también en
las personas en su capacidad de diferenciar el bien del mal, a través de su
sentido de la empatía. Creo, profundamente en la ética, en la solidaridad como
método de conseguir la felicidad, pues ayudando al semejante, nos agasajamos a
nosotros mismos. Apoyándonos los unos a los otros, siempre vamos a vivir mejor,
que creando rudos enfrentamientos, que solamente generan destreza y desolación.
Pero, también me parece sumamente
importante separar, fe y Dios, pues son dos cosas completamente distintas que
muchas veces tratamos de unir más de lo debido. Primero, porque la existencia
de un Dios el algo que no se puede demostrar, sobre lo que llevamos milenios
debatiendo sin poder dar con una conclusión fiable. Por ello, yo prefiero dejar
a Dios de lado, en todos los sentidos y pensar que mi triunfo en la vida, va a
depender de unas circunstancias azarosas y de la actitud que yo tome ante las
mismas. Porque al fin y al cabo, la vida es una cuestión de cara, de la que le
pongamos. En la que solamente hay dos aptitudes realistas, porque la pasiva no
la cuento. Una, en la que bajamos la cabeza, como si cada día fuese un paso más
hacia nuestra extinción, y otra en la que cada momento es una nueva oportunidad
para aprovechar al máximo siendo aquello que deseamos ser, haciendo todo lo que
queramos hacer y que llegando el día de nuestra desaparición, lo podamos hacer
sin arrepentirnos de nuestro paso por este mundo, el único, que podemos afirmar
con seguridad plena, que es real.
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