jueves, 19 de marzo de 2020

HOY ESTOY AQUÍ...



La imagen puede contener: J Sergio González Rodríguez, sonriendoEl virus COVID-19 acaba de entrar en la vida diaria de medio mundo. Al parecer tuvo su cuna en Asia, en la zona de China y con el paso de las semanas ha demostrado ser un enemigo de gran virulencia capaz de conquistar el mundo más rápida y terroríficamente que el Gobierno más poderoso de la tierra. Un virus que nos ha puesto de rodillas mientras con terror vemos como muchos de nuestros hermanos abandonan esta vida sin que podamos impedirlo. "El siguiente puedo ser yo", es una de las ideas que deben pasar por todas nuestras cabeza, o al menos de la mayoría. 

Con el objetivo de plantarle cara este virus, el Gobierno Español encabezado por Pedro Sánchez ha impuesto una serie de medidas de vital importancia, entre las cuales cabe destacar la de quedarse cada cual en su casa. Y que únicamente se salga a la calle por motivo de causa mayor. Este hecho junto con una mayor higiene evitar las aglomeraciones, o el contacto directo con otras personas, son algunas de las más importantes. Ya que son pasos de gran importancia que debemos seguir para que la enfermedad prosiga avanzando de manera descontrolada. -El pico más alto de contagiados todavía no ha sido alcanzado y cualquiera de nosotros no está libre de caer enfermo- no es ninguna broma. El virus parece que está haciendo su agosto sobre todo con la gente mayor, ha día de hoy ya son muchas las personas de la tercera edad que han caído en el campo de batalla contra esta enfermedad. Pero los medios del Gobierno nos avisan de que nadie se encuentra libre de sucumbir ante este mal, aunque algunas personas se hallen en cierta desventaja.


Esto debería ser ya motivo suficiente, para que haciendo uso de nuestra empatía, todos cumpliésemos con las normas que se nos están dando. Por desgracia, en la viña del Señor cabe toca clase de personas y parece que en el mundo y en mí país, quedan suficiente energúmenos que parece importarles un huevo frito las normas y siguen a lo suyo como si nada. Solamente hay que ver la cantidad de actuaciones que tienen que realizar las Fuerzas de Seguridad del Estado. ¡Es que no tiene vergüenza!, ¿tan poco les importa la vida? 


Quien me conoce bien puede confirmar que un servidor siempre fue hombre de ciudad, de pasar más tiempo en la calle, los bares o las librerías que en mi propia casa.  Siempre fui un amante de la ciudad, de los paseos, del consumo desenfrenado y en cambio cuando surgió la alarma, no dudé un solo momento y decidía confinarme en casa, por mi bien y por el de todos mis vecinos pontevedres a los que considero como una parte esencial de mi vida. Cogí los petates junto al resto de mi familia y me vine al campo para pasar en casa esta cuarentena. Reconozco que a pesar de vivir aquí, no recuerdo haber pasado aquí seguido tanto tiempo desde hace muchos años, al no ser que me encontrase enfermo y creo que ninguna gripe me tuvo tanto tiempo en casa.



"A día se hoy no tengo síntomas de Coronavirus, pero nunca fui una persona de tentar demasiado al Diablo".

Como iba diciendo, a pesar de ser un hombre urbanita creo que nunca estuve tan agradecido como estos días por poder contar con una casa de campo. Una suerte, que por desgracia, no todo el mundo se puede permitir. Y doy gracias a mis padres por haber construido con tanto esfuerzo un lugar así. Gracias a esta propiedad no tengo que permanecer encerrado entre cuatro paredes, puedo salir al aire libre, solo, y tomar el sol al aire libre. Supongo que este es uno de los grandes beneficios que tiene la propiedad privada respecto a lo público, supongo que me estoy aprovechando de contar con un capital, que además no es mío. Y también creo que en estos momentos podría recibir críticas por proclamar lo público a los cuatro vientos y ahora, acogerme a lo privado. Puede ser. Pero el caso es que doy;



"Gracias a mi familia por contar con un sitio como éste"

Porque gracias a contar con esta pequeña casa de campo, este lujo que durante muchos años no supe valorar como es debido, ahora no tengo que permanecer confinado entre cuatro paredes. Por que de ser así, estoy convencido que ya me estaría volviendo loco de remate. Por ello, reconociendo el gran esfuerzo que se encuentran haciendo mis hermanos españoles, quiero darles todo el ánimo que tengo en mi corazón por medio de esta carta-artículo que hoy estoy redactando. Y por supuesto, amplio este cariño a todos mis hermanos del mundo. Creo que entre todos, con esfuerzo, privación, dedicación y mente positiva, podemos llegar a vencer, este virus que hoy tantos condicionantes y barreras está poniendo a nuestras vida. Tenemos que ser fuertes, hacer todo lo que se nos mande desde el Gobierno y Servicios Oficiales y no sucumbir a esta plaga... ¡Hacerlo es sin duda, ser un Patriota!, es amar y servir a la Nación de uno del mismo modo que la defenderías si fueses invadido por un ejercito convencional. ¡Españoles, estamos en guerra, el enemigo es un virus y entre todos, si unimos nuestras fuerzas, lo venceremos!, pero no podemos desfallecer en el camino, debemos ser decididos y no permitir que la mano nos tiemble, que la duda nos oprima y el confinamiento hunda nuestro estado de ánimo, porque en nuestra fuerza interior, se halla toda salida.


EL PESO DEL CONTACTO HUMANO


Una de las cuestiones que más me están haciendo pensar es le falta de contacto humano. Meditando estos días, me he dado cuenta de la poca importancia que le estaba dando a la realidad que me rodeaba mientras buscaba oasis en mundos virtuales que nada o poco tiene que ver conmigo en realidad.

"Siempre buscando amigos en el Facebook...
cuando los mayores tesoros,
los tengo a mi lado. Y sin saberlo,
cada día les recibo con cara indiferente".

En pleno Siglo XXI vivimos más en la nube virtual que en la realidad que nos rodea. Y la verdad es que me parece algo muy triste. "Pensamos que la felicidad viene de lejos, cuando vive a nuestro lado".  Mientras escribo este articulo, me estoy perdiendo una hermosa convivencia en familia, pero que todo sea por aportar un grano más de positivismo a la sociedad. 

Durante esto días de confinamiento obligatorio, creo que de alguna manera estoy redescubriendo a mi familia y lo que pensé, iba a ser una tortura, lo estoy viviendo como una bendición caída del cielo. Con el paso de los días, poco a poco me estoy alejando de los superfluo para encontrarme de nuevo con los verdaderos tesoros que brillan en mi vida. No hablo de tesoros materiales, sino de otros mucho más importante, una especie de tesoros que solamente pueden surgir o guardarse en el corazón, pues se trata de joyas emocionales, de esos que te pueden cambiar la vida para siempre en el momento que menos te lo esperas. Y es que uno solamente tiene que alejarse del lenguaje binario para reencontrarse con una hermosa vida real, para hallar toda humanidad que te rodea y de la que no te habías dado cuenta. El estar con los seres queridos... disfrutar de la naturaleza al ser posible y sobre todo desconectar de una rutina que hace tiempo perdió todo su sabor, para poder volver a recibir los bienes que te regala la vida con la humildad que se merece. Estos días no tengo que estar pendiente del despertador, día y noche, acción y descanso se funden en un solo tono donde se entremezclan toda clase de sensaciones. 


Por eso, estos días me he dado cuenta  el poder de la familia, de lo importante que es estar unidos con los que llevan tu sangre. Y cuando me decían: Pasa más tiempo con tu familia, no sabes lo que te estás perdiendo y cuando te des cuenta, va a ser demasiado tarde para volver atrás... cuánta razón hay en este tipo de palabras y estos días me estoy dando cuenta de ello.  "Ayer estaba ciego y tuvo que venir la desgracia para abrirme los ojos".  



Ese lugar donde ayer ponía tierra de por medio, hoy es un paraíso.

La aldea, ese terreno que ayer me negaba a pisar, es ahora un paraíso del que no quiero separarme. Y en cambio es la tierra que me vio crecer, fue aquí donde pasé mi infancia, donde jugué y conté con buenas amistades. 


Y hablando de amistades. De amistades verdaderas, no de esas que figuran en una Red Social, sino los que viven tu misma realidad. Hoy añoro más que nunca a mis compañeros de la Asociación Amencer-Aspace. Echo en falta la presencia de mi pareja desde hace ya trece años y a la que no puedo ver por vivir en casas diferentes, ¡sólo Dios sabe cuánto añoro nuestros paseos por la ciudad!, nuestros cafés de la tarde... esos abrazos que siempre me reconfortan y esos besos que me hacen rozar el cielo... y es que el amor sano, el de la familia, el de los buenos amigos, el de la pareja que está siempre a tu lado... es un tesoro que no cabe en caja fuerte alguna.


Ahora no hay consumo... ahora  hay aislamiento, meditación, lectura, cine... ahora sí que tienes que pasarte el tiempo en internet cuando quieres saber de tus amigos, porque ahora, que vivimos tiempo de gueto, te recogimiento, de miedo... es cuando realmente te das cuenta de las cosas buenas que tiene la vida.


Y todo esto me lleva a reflexionar sobre dos conceptos muy importantes: "Humildad", y "Sencillez":

La humildad es un don que siempre debe forma parte de nuestro código de conducta diario. Y no lo digo por decir: Cuando surge un revés que no puedes controlar, cuando ni el dinero ni el poder te libra de un mal al acecho, es cuando uno se da cuenta de que todos somos humanos, que en el fondo todos queremos lo mismo, ser felices, vivir en paz, con salud y armonía. Y que los malos momentos se llevan mejor si son en compañía. Este virus nos viene a demostrar que todos somos humanos, que todos somos vulnerables y que la naturaleza no diferencia, raza, status social o político... no, a la naturaleza hay que aceptarla tal cual es, ser conscientes que solamente los más fuertes, los que luchan juntos por un bien común, serán los que tenga posibilidades de sobrevivir. Por ello es de vital importancia, que la manada se mantenga unida, que todos nos demos la mano y vayamos al mismo paso, porque todos y cada uno de nosotros es un tesoro que se debe valorar al alza. 


También debemos reconocer, que en el fondo, todos y cada uno de nosotros no es más que un grupo de átomos, de células vivientes pero de nula importancia para el cosmos. Somos animales evolucionados, animales sociales, pero animales al fin y al cabo... toda vida comienza con un nacimiento y termina con una muerte, lo que dejes hecho en el medio va a ser lo único que te vas a llevar, lo que hagas por los demás, por lo que serás recordado. ¿Por qué quieres ser recordado?, ¿Por rico?, ¿Por inteligente...? yo quiero ser recordado com una persona de buen corazón que pasó por este mundo con la mejor de las intenciones. 


"Yo quiero dedicar mi vida a buscar la felicidad, mía y ajena. Quiero eliminar el miedo de mi vida y poner en su lugar la Razón". (Quiero entender mejor el propósito de la existencia y si ni lo tiene, aprender a disfrutar de mi tiempo, sin más preguntas que las necesarias). 



"Quiero aprender a vivir"

La segunda lección de vida que me está dando este Coronavirus, es que no necesitamos de mucha cosas para vivir...  No es imprescindible realizar grandes viajes, no es necesaria la fama, para ser feliz basta con ser una alma sencilla. Llevo días sin acudir a bares, sin leer toda la prensa en papel, pero me he dado cuenta de que tampoco lo necesito. De hecho puede que todo ello no sean más que distracciones fraudulentas que te impiden ver la verdadera vida. No quiero hacer grandes planes, he decidido meter mis proyectos en un cajón y simplemente disfrutar de cada mañana, de cada conversación, de cada comida. Y como me han demostrado mucha gente estos días, ponerse a cantar canciones desde una ventana con tus vecinos, puede ser más satisfactorio que una cena en un restaurante. No necesito de las modas, los gimnasios, las opiniones ajenas, no necesito el reconocimiento de nadie... no necesito modelos, solamente ser yo mismo. Solamente aceptarme, quererme y cuidarme, porque al fin y al cabo nadie mejor que yo me conoce, nadie pasa tanto tiempo conmigo como yo y por lo tanto soy el único que debe decidir qué quiero hacer con mi vida, que pasos quiero dar, ¡cuántos errores estoy dispuestos a tener y si estoy dispuesto o no a aprender de ellos con la intención de crecer como persona. Simplemente quiero sonreir. Lo único malo, o no, es que halla tenido que venir el Coronavirus para que entrara en razón, o para que entráramos todos. 

"A mí esta sencillez no me parece tan mala".

La reclusión por el Coronavirus me ha regalado una enorme paz interior, pese a ello, ojalá nunca se hubiese producido. Ojalá... se termine pronto, ojalá... no queden más vidas en el camino. Pero mientras estemos aquí, disfrutemos de cada instante. 















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