Que
larga se está haciendo la espera… ¡cuánta tensión acumulada sobre los hombros!
Si
el pasado 19 de marzo, Día del Padre y también mi cumpleaños, alguien me
hubiese preguntado, cual es el regalo que me gustaría recibir, tendría muy clara
mi respuesta.
Ser
vacunado contra el COVID-19.
Por
desgracia, nadie me formuló dicha pregunta.
“Todavía
no ha llegado tu turno, ya te llamarán”, es la respuesta que me dan los
profesionales del Centro de Día Amencer-Aspace (Pontevedra), pero asumirlo no
está resultando nada sencillo para mí, debido a mi hipocondría, a mis temores
patológicos, crónicos, recurrentes… Me toca seguir conviviendo con el miedo,
con la inseguridad y el insomnio crónico mientras espero a que el teléfono
suene, a que llegue esa esperada llamada que me cite para ser vacunado de una
vez por todas. Marzo está llegando a su fin, la primavera se encuentra buscando
hueco de nuevo entre nuestras vidas y yo he alcanzado las 45 primaveras.
Debería ser un hombre feliz, pero no es así, y no lo es, porque el miedo habita
en mi alma, como un intruso, un ocupa al que no consigo expulsar de mi corazón,
por mucho que lo intente. Me toca seguir escapando del virus, de la gente, de
la vida, mientras imagino las nefastas complicaciones que podría sufrir si este
mal me alcanzase. Pero es posible que a muchos esto no le importe, en el fondo,
no soy más que otro DNI, una boca más, un gasto y por lo tanto… alguien
prescindible.
Se
acerca la Semana Santa, los pasos, la fe, el recuerdo de Nuestro Señor y yo he
decidido vivirla con pasión, sencillez y devoción. En las últimas semanas he
comenzado a leer la Sagrada Biblia, donde estoy buscando el consuelo que la
sociedad, los políticos y la Sanidad no me puede ofrecer, porque al final,
cuando todo lo demás falla, Dios siempre está ahí. Por ello le doy gracias por
cada día que consigo levantarme, por cada amanecer, por cada oportunidad en la
vida, por que Él todo lo puede, porque es mi apoyo y consuelo, en estos tiempos
tan complicados para todos. Y yo, ahora mismo, necesito creer en algo más
grande que lo humano, que la naturaleza, necesito poner mi vida en manos de
Dios, pues los humanos son demasiado traicioneros. Por ahora toca cargar las
pilas de la ilusión, en estos tiempos de pandemia he conseguido terminar varios
libros, alguno espero que se pueda publicar más pronto que tarde, tengo varios
guiones terminados, estoy deseando volver a retomar el rodaje de mi próxima
película, pero lo principal es cuidarse y no dejarle a Dios todo el trabajo,
pues sin disposición, no hay premio.
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