Por Sergio González
07 ene 2022 . Actualizado a las 13:15 h.Hay sueños que permanecen aletargados mucho tiempo, a veces, por miedo, otras veces por pereza, o simplemente porque piensas que siempre estarás a tiempo de poder realizarlo. En algunas ocasiones se trata de pequeños deseos, pero otras veces pasan a ser grandes epopeyas, entre estas últimas me gusta colocar un viejo deseo que anidaba desde hacía años en lo más profundo de mi ser; se trataba de hacer el Camino de Santiago Portugués a pie Tui-Santiago de Compostela. Quien piense que tampoco se trata de algo del otro mundo, que sepa que cuando el protagonista de la historia es una o varias personas con una discapacidad, se equivoca totalmente. Siempre fui consciente de que un proyecto como el que empiezo a narrar aquí, no podía realizarlo solo, pero la verdad es que la mayor parte de los grandes proyectos se forman en torno a un colectivo. Por suerte, en lugar de ocultar mis anhelos, de guardarlos como las frustraciones y lamentos que te avergüenzas a dar a conocer, el pasado mes de septiembre, después de completar la Ruta da Pedra e da Auga en el Ayuntamiento de Meis y quedando muy satisfecho con la experiencia que me habían regalado, Silvia, Gema y Montse, se me ocurrió preguntarle a la primera de estas tres almas angelicales, si sería viable que alguien en mis circunstancias, sería capaz de realizar el Camino de Santiago Portugués por etapas, pues era algo que anhelaba profundamente. Simplemente, lo dejé caer, pensando que, en caso de ser viable, algo que dudaba mucho, sería costoso de organizar, habría que estudiarlo, quizá esperar al verano siguiente, e incluso solicitar apoyos, etc. Que equivocado estaba, al menos en parte. Para sorpresa mía, al día siguiente, Silvia ya me estaba ofreciendo un plan de ejecución.
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Pero, ¿Por qué deseaba hacer yo el Camino de Santiago?
No se trataba de un simple capricho, o quizá sí. Tampoco es que crea firmemente que el Apóstol Santiago se encuentre enterrado ahí, porque la verdad es que se me hace muy difícil de creer, pero se trata de una de las tradiciones cristianas más importantes de la humanidad y como cristiano, me apetecía mucho hacer una peregrinación a Santiago de Compostela, escuchar la respectiva misa y obtener mi jubileo. Además, como creyente, pensaba que era el mayor sacrificio de fe que yo podría realizar, un obsequio a Dios, mostrando mi agradecimiento por todo lo que tengo en esta vida, que es mucho, y también lo mucho que le pido a diario, a pesar de mis tropiezos y renuncias ocasionales.
«Pocos saben, que hacen muchos años, cuando yo me sentía solo a mis casi treinta años, sin una mujer que me quisiese, a la que amar y con la que compartir mi vida, yo me dedicaba a ir a la iglesia, en ocasiones varias veces a la semana y de rodillas en uno de los bancos, rogaba a Dios, tener una compañera con la que compartir mi vida, como tampoco sabe mucha gente, que poco después, en el Centro de Día Amencer, al que acudo desde hace más de dos décadas, casi tres, varios compañeros y trabajadores se las arreglaron para convencer a la mujer que yo amaba en silencio, para que me diese una oportunidad. ¡Gracias familia Amencer!»
Sin restarle el menor valor a su labor, la cual me parece de verdadero acto de amor hacia mí, siempre guardé en los más hondo de mi ser, la certeza, de que entre tanto esfuerzo por parte de mis compañeros, también había una pequeña ayuda divina por medio.
Por otra parte, cada vez que estando sentado en alguna cafetería o simplemente caminando por la calle, me cruzaba con algún peregrino, siempre sentía una sana envidia en mi interior mientras pensaba «Como me gustaría poder acompañaros, chicos». Pero por desgracia, debía hacer acopio de todo mi realismo y convencerme de que no se trataba, muy a mi pesar, de una meta a mi alcance. Por suerte, Silvia, Gema y Montse, me la liaron para darme una lección de vida y demostrarme todo lo contrario.
LA FAMILIA PEREGRINA
Cuando propuse mi idea a Silvia, lo hice pensando en un pequeño proyecto, como un reto personal, íntimo y no esperaba que tuviese demasiada trascendencia. De pronto me entero de que mi amigo del Grupo Rodando Jenner David Ludeña de 28 años y afectado por condrodisplasia metafisaria tipo Jansen, también se sumaba acompañado por su familia y que desde la primera etapa hasta la última me dio una lección de superación y positivismo que no olvidaré jamás. Se hizo un grupo de WhatsApp y comprobé atónito como poco a poco se iba sumando gente al proyecto, alguna desconocida, ello me llevó a ponerme bastante nervioso y llegué a pensar que la cosa se nos podía ir de las manos. Pero seguí confiando en mis chicas organizadoras, despreocupándome de todo lo que no fuese prepararme físicamente con sesiones de gimnasio con el objetivo de afrontar el reto en las mejores condiciones posibles, un apartado en el que volví a tener suerte, ya que Lidia, gran amiga y fisioterapeuta del Centro de Día Amencer, se encargó tanto de supervisar mi entrenamiento previo, como de tratar los dolores posteriores a cada etapa, enseñándome ejercicios y preparando conmigo codo con codo, cada etapa. Poco a poco, etapa a etapa, fuimos sumando gente, el grupo creció considerablemente y se llegó a formar una nueva familia «Los Andarines de Rodando», que llegó a superar la veintena de personas, cada cual de su padre, que vinieron a través de diferentes contactos, de diferentes lugares, pero que traían algo en común; un corazón lleno de amor, solidaridad y ganas de aventura y superación como nunca vieron mis ojos. Pero, con el permiso de todos los demás, Jenner, fue sin duda la persona que más me influyó a la hora de completar las etapas;
«Verlo a él, con la silla de ruedas, a veces con motor, otras empujado por voluntarios infatigables, seguir adelante por caminos de cabras, atravesando ríos, sufriendo dolores y sin poner mala cara en momento alguno, fue para mí, el mejor modelo de superación y amuleto que pude llevar a mi lado».
Pero con ello, no me quiero olvidar de Dani y de Diego, que me acompañaron en muchas de las etapas, pese a las limitaciones que ellos tienen, siempre alegres y dispuestos a dar lo mejor de sí mismo. Ante ello, no me quedaba más opción que sacarme el sombrero invisible de la admiración. A todos ellos deseo darle mis gracias más sinceras, por su ejemplo y compañía.
LA BELLEZA QUE REGALA EL CAMINO
Hacer el Camino de Santiago es gozar de toda clase de paisajes, de hermosos amaneceres y bellos atardeceres, es caminar hasta que duelen los pies, con la satisfacción y la sensación de estar haciendo algo grande, no sé si en el nombre de un Dios todopoderoso o en el del ego de cada cual, supongo que a la hora de la verdad tampoco es necesario estar mareando demasiado la perdiz y lo único realmente importante es sentirse bien y disfrutar de cada instante de recorrido, sea cuales sea el medio de transporte, que todo sea dicho, en mi caso, fue a pie. Atravesar aldeas, ciudades o pequeñas urbanizaciones, “leiras” o terrenos particulares, algunos trabajados, otros en estado salvaje, pero todos, igual de hermosos.
También resulta muy agradable encontrarse con otros peregrinos, saludarse a través de un «bo camiño», o buen camino, en el idioma de Castilla, antes de proseguir el santo recorrido.
En nuestro caso, el comienzo de la jornada peregrina comenzaba a eso de las nueve o nueve y media de la mañana, aunque quedábamos sobre una hora antes para ir hacia el punto de partida en diferentes vehículos. Normalmente las rutas se prolongaban hasta bien pasado el medio día y no en pocas ocasiones, comenzamos a comer a eso de las cinco de la tarde, lo que convertía el envite en una merienda-cena que sabía a Maná del cielo.
En la última etapa, tras la comida se incluyó también la asistencia a la misa del peregrino en la Catedral de Santiago, a la que acudimos todos, independientemente de las creencias de cada cual. Se me dio la oportunidad de hacer una de las lecturas, lo cual hice encantado, siendo esta la segunda vez en mi vida que tengo dicha oportunidad. Nada más terminar la eucaristía, llegó el momento de coger un bus que nos trajese a todos para Pontevedra.
NECESITABA PROBARME
Pero realizar el Camino de Santiago, fue para mí algo más que una prueba de fe en lo divino, se trataba también de cuestionarme a mí mismo, de retar a mi propio cuerpo y comprobar cuales eran mis capacidades pero también cuales los límites de resistencia que tenía mi cuerpo con la idea a ser posible, de traspasarlos. Esto también creo que lo conseguí, a pesar de que uno no siempre puede estar seguro de cuáles son sus límites, pues nuestros cuerpos tienden a sorprendernos constantemente. Y en este caso, para bien.
Fui de menos a más…
Durante la primera etapa cometí un fallo muy importante, como no sabía lo que me iba a costar hacer el camino, no supe distribuir bien mis fuerzas y ello hizo que me cansase demasiado pronto, lo que me llevó a sufrir demasiado durante una parte del trayecto, un error que en gran medida también se repitió en la etapa que transcurrió entre O Porriño y Pontevedra, por suerte, para las etapas que siguieron aprendí la lección, conseguí distribuir mejor mis fueros y a medida que pasaban las jornadas, conseguía llegar a meta con más soltura. O eso pensaba hasta que llegué a la penúltima etapa; para aquel entonces el tiempo entre una etapa y otra había disminuido y estábamos haciendo una a la semana. Al comienzo parecía que todo iba bien, pero cuando tuve que hacer frente a la segunda etapa consecutiva, el dolor y el agotamiento hizo que tras finalizar la sexta etapa, exigiese un descanso al grupo, el cual me fue bendecido con un fin de semana lluvioso…
El pasado domingo 2 de enero, llegamos a meta. La última etapa fue más corta, si bien es cierto que estuvo pasada por agua, aunque no tanta como yo imaginaba, supongo que un Camino De Santiago sin lluvia es como un tomarse un cocido sin chorizo ni tocino, vamos una decepción y por ello tocó mojarse un poco en nuestro camino hacia la Catedral.
ACTO DE FE
Pero hacer El Camino de Santiago no fue, al menos para mí una simple pateada deportiva divida en etapas para ver los secretos de mi tierra. Galicia. No. Si escogí hacer este trayecto sobre cualesquier otro fue por la gran importancia que ello significaba para mí como cristiano, porque en lo más profundo de mí ser, soy creyente y como tal siento una gran devoción por el Señor. Por ello siempre me tomé este proyecto, eso sí, en silencio, como un paso hacia Dios, buscando agradarle y agradecerle todo lo que ha hecho por mí, pese a mis rechazos y deslices que como ser humano imperfecto que soy, cometo una y otra vez. Eso sí, por miedo a fallar no me atreví a realizar promesa alguna, en lugar de ello, simplemente me dejé llevar por el compromiso, alguna vez más pesado que otras, que había adquirido conmigo mismo, dejando la ofrenda religiosa para el final.
Lo que sí tengo claro, es que la ofrenda no era para pedir nada, sino simplemente para agradecer todo lo que me ha dado en esta vida, que es mucho, pero sobre todo algo muy especial que yo personalmente viví y continuo viviendo, como un don divino.
«Hace algo más de quince años yo era un hombre condenado a la soledad, sí tenía amigos, pero no tenía lo que yo más ansiaba, el amor. Soñaba con tener a mi lado a una persona que estuviese dispuesta a compartir su vida conmigo, a quererme y a dejarse amar. Recuerdo que ya por aquel entonces, amaba a mujer en silencio, pero todavía no era correspondido de la misma manera. Durante algún tiempo desesperado, como poeta sin musa, o Quijote sin su Dulcinea, me dedicaba a ir a la iglesia a pedir por una compañera con la que envejecer, con la que compartir mi vida. Hice esto durante largo tiempo. Hasta que un día, varios amigos de Amencer Aspace, entre los que había tanto trabajadores como usuarios (Rosa, David, Meis…) lograron convencer a la chica para que me diese una oportunidad, esa joven, era Mayka, y hoy, 15 años más tarde sigue estando a mi lado al pie del cañón, aguantando mis inseguridades y regalándome fuerza, compañía y sobre todo, mucho amor. Por ello, con este Camino de Santiago, quise dar las gracias a lo Divino por semejante privilegio, no sé si demasiado tarde, pero en cualquier caso, con las mejores intenciones».
Solamente espero que sea suficiente.
¡GRACIAS!
AGRADECIMIENTO MUY PERSONAL
Me gustaría terminar este artículo con una mención a una persona muy especial:
¡Querida Silvia!, ¡Gracias!, pues si no fuese por ti, por esa mano desinteresada que siempre nos echas, este colosal proyecto mío, jamás se llevaría a buen término. ¡Gracias!, por el tiempo que nos regalas cada lunes, cada día que hacer actividades con nosotros, aportando medios, sonrisas y sobre todo, valioso tiempo. ¡Gracias Silvia, gracias, por ser el tesoro de persona que eres, por formar parte de nuestras vidas, gracias, por existir!
Y como tampoco puede ser menos:
¡Amiga Rosa Domínguez!
¡Gracias a ti también!, por ser esa mano amiga, firme y emotiva que siempre me empuja hacia adelante. ¡Gracias por formar parte de esta aventura tan personal, por tu paciencia, tus consejos y por esos empujones simbólicos que a modo de cachete me das cada vez que bajo los brazos. Siempre me has apoyado cuando lo necesité y sé que lo harás en el futuro, de forma incondicional y sincera. Te quiero, te queremos.
Y un agradecimiento a todos los amigos vitales que compartieron conmigo esta aventura:
Virginia, José, Bea, Gema, Jenner, Geovany, Máximo, Montse, Tere, Khadiya, Begoña, Valiñas, Fraga, Luz, Mónica, Sara, Tamara, Julio, Ramón, etc. Pues me habéis dado el mejor regalo que un ser humano, puede tener, vuestra más sincera amistad.
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