Apreciado amigo Ramón;
Es muy probable
que nunca llegues a leer esta carta, quizá sea mejor así, sobre todo porque no
deseo reabrir heridas de ningún tipo. Éste es un texto de agradecimiento y debo
reconocer que tengo una gran deuda contigo, con tus hijos y también con tu
hermano Fernando.
Pero
centrémonos únicamente en ti; porque todavía hoy recuerdo el día en que por
primera vez me abriste la puerta del Club Kárpov y con ello pude adentrarme,
siempre de tu mano en el mundo ajedrecístico, como por aquel entonces, valoraste
los escasos conocimientos que yo tenía sobre este juego y viendo mi interés, te
ofreciste a darme clases, primero solo y más adelante, integrado en toda
una clase. Con ello, me abriste de paso por el puente de la integración,
dándome la oportunidad de conocer nuevas amistades, regalándome la oportunidad
de adquirir nuevos conocimientos y en poco tiempo, pese a mis miedos iniciales,
invitándome a participar en mis primeras competiciones.
De todos modos,
eso solamente fue el primer paso. Porque con mi llegada al Club Karpov conseguí
no solo a un profesor de ajedrez, sino a un maestro de la vida, a alguien
que me enseñó a pensar por mí mismo, a librarme de etiquetas, me enseñaste poesía,
de política, historia. Me brindaste la oportunidad de ampliar mis conocimientos
en muchas materias, algunas muy alejadas del ajedrez, pero no por ello, menos
importantes. Así, contigo, con mis compañeros de Club, pasé toda mi juventud,
con ello conseguiste que fuese un poco más feliz. Por todo ello y porque sin tu
participación nada de esto sería posible, te doy las gracias…
Pero, si todo ello fuese poco… todavía hay
más.
Siempre amé la
literatura, el cine, la filosofía, la religión, la política… y uno de mis
sueños vitales, era convertirme en escritor. Y si es lógico, que para ser
escritor, hay que escribir, también lo es, que conseguir publicar, es algo
sumamente complicado, para todo el mundo, pero en el caso de una persona con
discapacidad es todavía una osadía mayor. Y en mi caso, debo reconocer, que si
no fuese por ti, no hubiese entrado en contacto con tu hermano Fernando, quien
me dio una oportunidad publicando mi primer poemario, tras el cual vendrían
otros, películas, conferencias, teatro y muchas otras cosas.
Y todo, porque un día ya lejano me invitaste a
entrar en tu club. Por ello, ¡Gracias!
Ahora, con el
pasar de los años, miro para atrás y veo la cantidad de cosas que logré y me
siento muy orgulloso. Pero también me siento muy triste, por dos cosas, por un
lado porque con el paso del tiempo, muchas de aquellas puertas que se me
abrieron, se me fueron cerrando poco a poco, hasta el punto de volver a caer en
el olvido y la soledad.
Por otro, porque cada vez que te veo por la
calle, me entran ganas de llorar.
Te observo
deambular muchas veces por la ciudad, solo, descuidado… algunas veces me
saludas, otras no. En ocasiones caminas apurado, otras despacio, pero casi
nunca te paras. ¿Qué fue de nuestras conversaciones? ¿Y de tus enseñanzas?, no
sabes cuánto te añoro y lo que daría ahora mismo por retroceder un cuarto de
siglo de nuestras vidas y volver a los tiempos en los que era tan feliz a tu
lado. Pero ello, no es posible, de manera que solamente me quedan el recuerdo y
la nostalgia. Pero una cosa, sí te digo, y es que si la enfermedad no me obliga
a lo contrario, no te olvidaré, de ello, puedes estar seguro.
No espero que
leas esta carta. Menos que la contestes, pero pese a que no se trata de un gran
texto, si se trata de algo que tenía amarrado hace tiempo en mi corazón, algo
que necesitaba soltar y me alegro de haber dado el paso.
Te quiero
Ramón.
José Sergio
González Rodríguez.
19 de junio de
2023
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